Guarino Mezquino

[Guerrin Meschino]. Este personaje sigue viviendo en el corazón del pueblo italiano.

El antiguo li­bro de caballerías que lleva su nombre (v.) refleja una imagen que los siglos no han empalidecido: juvenil y generosa, siempre dispuesta a cualquier empresa leal, rutilan­te de heroísmo y ardiente de fe; y, como carácter esencial que le preserva del tiem­po y le hace grato a las generaciones, man­teniendo inmarcesible su recuerdo, debe señalarse su inmutable fidelidad al senti­miento filial y a la mujer amada. En rea­lidad, la primera es anterior a la segunda, ya que la misión de Guarino Mezquino no se cumplirá, entre tan numerosas aventuras guerreras y tantas peregrinaciones por el vasto mundo, mientras las imágenes de sus padres no hayan sido reverentemente descubiertas por el amoroso e infatigable afán de su hijo.

Sólo después de haber besado los venerados rostros de quienes le dieron la vida, Guarino podrá ser, a su vez, héroe, esposo y padre. Así el pueblo honra en él, ante todo, el sufrimiento y luego el respeto a los sentimientos más augustos: el home­naje a la tradición, pues aun los réprobos y los pecadores aman semejantes espejos de virtud, modelos jamás imitados e inimita­bles. Los rasgos de Guarino Mezquino son amables, pero todavía primitivos: no es un hombre de este triste mundo, sino sólo una ejemplar pintura al fresco. Perfecto dechado del «joven pobre» de la Edad Media, que supera todos los obstáculos con valeroso corazón, escapando incluso a las redes de la Sibila, Guarino Mezquino puede figurar pintado por manos cristianas en las paredes de claustros y castillos, con su espada en la mano, su lanza y su coraza, a caballo, en el inmóvil gesto del paladín a quien, por un raro milagro, el tiempo no ha bo­rrado la sonrisa ni marchitado la juventud.

G. Falco