Personaje de La misión teatral de Guillermo Meister (v.), de Wolfgang Goethe (1749-1832). Vivaz, seductora, astuta sin malicia y despreocupada pero no cínica, Filina es una de las creaciones mejor logradas de Goethe, quien la sacó directamente de la vida mísera pero alegre de las compañías dramáticas de su época.
Es una de aquellas pobres diablesas uncidas al carro de Tespis de entonces, oscilantes entre el favor de un príncipe y la ambición de un empresario, y social y humanamente tan poco consideradas que la Iglesia les negaba la sepultura religiosa. Pero ello, en realidad, no preocupa a Filina; artista mediocre, tiene, sin embargo, momentos de inspiración, y entonces canta, baila, recita e improvisa con arrolladora gracia; no es bella, y sus oscuras cejas, en contraste con su rubia cabellera, y la cicatriz que tiene en la frente, producida por un plato que le arrojó en pleno rostro su padre borracho, molestan enormemente a la austera Aurelia; con todo, en según qué ocasiones es peor que bella, y la gracia procaz de su donosa figura enciende a su paso numerosos deseos.
Criatura nacida para el goce y el amor, no regatea sus gracias a los cortejadores, así como tampoco lo hace con sus limosnas a los pobres, entre quienes llega incluso a repartir, cuando su bolsillo está vacío, sus ropas y objetos personales. Formalmente, sólo le agrada Guillermo Meister (v.), fino y elegante jovenzuelo ingresado por casualidad en su compañía y muy distinto de los «cabotins» colegas suyos. Pero Guillermo, de gustos aristocráticos y discretamente favorecido por las damas, no la ama; sólo llega a conmoverse algo cuando, herido de gravedad en un encuentro con unos salteadores, ella le salva y cuida abnegadamente.
Sin embargo, al tratar Guillermo de convencerla de que busque a otro hombre que la sepa apreciar y corresponder mejor que él; Filina profiere una de las expresiones amorosas más afortunadas que se hayan escrito jamás: «Y si yo quiero amarte, ¿a ti qué te importa?» Sus zapatillas — cual la chinela de la Cenicienta — arrancan un verdadero himno al director de la compañía, Serlo, a quien responde Filina cantando una de las más graciosas composiciones líricas de Goethe (« ¿Por qué cantar en tono melancólico / el tedio de las noches solitarias?»).
Luego, para burlarse de la frialdad de Guillermo, le hace encontrar aquellas mismas zapatillas en su dormitorio. El autor no dice si fue luego ella, o Mignon (v.), o bien otra mujer, la que, favorecida por las tinieblas, le concedió una noche de amor. En Los años de peregrinación de Wilhelm Meister (v.) hallamos nuevamente a Filina, convertida en un dechado de esposa y madre, dedicada por entero a su profesión de costurera y feliz de ir a ejercerla en la opulenta América.
B. Allason