Protagonista de la novela homónima (v.) del escritor y filósofo catalán Ramón Llull (1233-1315/16). Si Blanquerna (v.), héroe de la otra gran novela (v. Blanquerna) del autor, crece física y psicológicamente con claros despliegues y rectificaciones, Félix constituye un personaje sin relieve físico ni psicológico, que se realiza en una situación constante y alerta de «maravilla».
En efecto, desde que su padre, en el prólogo, le dice: «Querido hijo, la sabiduría, la caridad y la devoción ya casi han muerto; muy pocos son los hombres que cumplen con el fin para el que los ha creado Dios. No hay el fervor ni la devoción que había en tiempo de los apóstoles y de los mártires, que para conocer y amar a Dios languidecían y morían. Conviene que te maravilles de dónde han ido a parar la caridad y la devoción. Ve por el mundo, y maravíllate de los hombres por qué dejan de amar y conocer a Dios.
Toda tu vida esté en amar y conocer a Dios, y laméntate de los pecados de los hombres que desconocen y no aman a Dios», hasta su muerte, acaecida en un convento, Félix se mantiene en una misma situación de vida, uniforme e inalterable, a pesar de que le asalten dudas y vacilaciones que no son más que el pretexto de que se sirve el autor para exponer sus doctrinas. Como el peregrino andante de la novela barroca, Félix emprende un largo viaje por el mundo, «por bosques., por montes y llanos, por yermos y poblados, por príncipes y caballeros, por castillos, por ciudades; y se maravillaba de las maravillas que hay en el mundo; y preguntaba lo que no entendía, y contaba lo que sabía; y se metía en afanes y peligros para que se hiciera reverencia y honor a Dios».
A la vuelta de cada instante le ocurren aventuras y encuentros que dan pábulo a su curiosidad y traen nuevos motivos de maravilla a su alma. Hacia el final de la novela, nuestro personaje llega a un convento, donde relata todas las maravillas que ha ido acumulando a lo largo de su incansable peregrinar por el mundo y donde le ruegan que tome estado religioso con ellos. Bajo la condición de que podrá seguir desempeñando el «oficio» que le había encomendado su padre, Félix accede, mas una larga enfermedad le lleva a la muerte.
No obstante, su oficio es proseguido por un monje, que es llamado «Segundo Félix», que se encargará de consignar en el libre de las maravillas las que irá narrando y observando en el viaje que emprende por las cuatro tierras del mundo.