Es la heroína de Dámele Cortis (v.), segunda novela de Antonio Fogazzaro (1842-1911). Elena Carrer se ha casado contra su voluntad con el barón de Santa Giulia, únicamente para sustraerse al ambiente de su casa, donde la actitud de su madre, religiosa pero necia, había suscitado en ella, por reacción, el escepticismo y la necesidad de limpidez moral.
Aunque enamorada de su primo Daniele (v.), Elena se esfuerza en resistir a este amor, por miedo a perjudicar a aquél y por innato sentido de lealtad hacia su marido, por más que éste, por su conducta, no sea merecedor de ninguna consideración. Para mantenerse digna de su amor, Elena accede a renunciar a él, tal como su primo le pide. Moralmente, Daniele puede parecer superior a Elena, pero en realidad ello se debe a que está menos enamorado de lo que pretende hacernos creer.
Estéticamente, nos convence menos; en su sacrificio hay cierta ostentación, cierto énfasis, como si una especie de fiebre le hiciera verlo mayor de lo que es en realidad. Elena, en cambio, es una pobre criatura enamorada y palpitante, y por lo mismo más humana y heroica. Su coherencia interna es función de su deseo de no perder dignidad a los ojos de Daniele y de su afán de no perjudicarle.
Se sacrifica a su deber en aras de un amor mayor y más positivo que el de Daniele, el cual piensa en la unión de las palmeras, «non radice, sed vertice» e incluso en la de los astros y los planetas, «non corpore, sed lumine». Fogazzaro conoció en su vida más de una mujer semejante, y de ellas surgió el tipo de Elena, dechado de delicadeza y pasión femenina único en la literatura mundial.
P. Nardi