[Il Conte di Culagna]. El personaje más vivo y complejo de El cubo robado (v.), poema de Alessandro Tassoni (1565-1635). Lo domina una cobardía que no se resigna a reconocerse como tal sino que, continuamente, se disfraza de jactanciosa valentía a través de una sarta de patrañas «superiores a todo exceso».
Aparece así dibujada la caricatura de un fanfarrón apaleado por el amante de su esposa, de un corazón de conejo al que tres copas de malvasía convierten en corazón de león, de un amante escarnecido y de un envenenador de su esposa que no ha llevado a cabo su crimen, por falta, digámoslo así, de competencia. A su alrededor, una coreografía recargada al estilo del siglo XVII, pero viva precisamente porque se limita a proporciones burguesas, con médicos, boticarios, académicos y dioses olímpicos rebajados a la categoría de comparsas de opereta…
El Conde de Culagna quisiera ser, pues, a su manera, el personaje representativo — al estilo de don Quijote (v.) —de un mundo caído en la ridiculez y el anacronismo según el gusto realista y burgués tan propio de los inicios del siglo XVII. Falta, no obstante, a la amplia sonrisa de Tassoni, excesivamente complacido en las ridículas situaciones de su héroe, la compensación del idealismo desesperado, la elevada melancolía y la soledad eremítica en que se mueve, como en un sueño, el amante inmortal de Dulcinea (v.), defecto irreparable de perspectiva que nos revela una sociedad nueva, autora de su propia historia.
G. Bassani