Protagonista de la comedia de su mismo nombre (v.), de Félix Lope de Vega Carpió (1562- 1635). Como en sus más poéticas obras teatrales, Lope se inspira aquí en una canción popular tradicional, sencillo tema que sugiere a la fantasía del poeta todos los elementos escénicos de más intensa e inmediata eficacia: «El misterio, la proximidad de la catástrofe, el paisaje nocturno, y la soledad» (Valbuena Prat).
Dice la canción: «Que de noche lo mataron / al caballero / la gala de Medina / la flor de Olmedo». El caballero de Olmedo es don Alonso Manrique, que posee todos los rasgos que la poesía española del siglo XVII atribuía a los hombres de su rango: entusiasmo, generosidad, valor y gentileza. Basta una sola mirada de doña Inés para decidir su suerte.
Y si recurre a las malas artes de la alcahueta Fabia, digna hermana de Celestina (v.) y de Gerarda (v.), su honor permanece intacto, como se mantiene sin mancha el culto que rinde a la belleza. Pero don Alonso es de Olmedo y se halla forastero en Medina, y aunque su criado Tello, que por cierto no es ningún cobarde, le advierta: «Esta gente es grave / y está en su lugar / donde todo gallo canta», don
Alonso siente el amor como un hado y ni los consejos de Tello ni los de Fabia, ni los presagios de un sueño en que ve a un halcón devorar a un jilguero bajo los ojos de su propia hembra, bastan a detenerle. Don Alonso conquista a su dama como auténtico caballero, corriendo toros en la plaza y ganándose con su valor las simpatías del padre de doña Inés y el favor del rey.
Pero los traidores están al acecho y el rival derrotado se libra de don Alonso aplicando las leyes del «clan», esto es, dándole muerte. De noche, a traición y a escopeta, para que la felonía — pólvora contra espada, típica venganza de la gente vil en la literatura española — sea mayor y perfecta. El Caballero de Olmedo se adelanta en un siglo al mito romántico de la juventud y del valor sobre los cuales se tiende la sombra trágica de la muerte.
C. Capasso