[Bánk bán (El «ban» o gobernador)]. Personaje de la tragedia del mismo nombre (v.) de József Katona (1791-1830), es una de las más perfectas encarnaciones del héroe trágico, al mismo tiempo que la típica víctima húngara del destino. «Siervo fiel» de su rey, quien le confía el gobierno del país al partir para la guerra, Bank se encuentra frente a un terrible dilema: por un lado, su deber de virrey, como representante del orden y la ley, y, por otra parte, el odio contra la reina Gertrudis de Merania (v.), la cual, con sus favoritismos, arruina el país, y contra el hermano de ésta, el príncipe Otto, que intenta seducir a su joven esposa Melinda (v.).
Bank se muestra indeciso, y aun cuando comparte la opinión de los magnates, deseosos de eliminar a la extranjera y a sus parientes, procura apaciguar la conjuración urdida por el ban Petur (v.) y convence a los patriotas de que aguarden los acontecimientos y no atenten contra la vida de la reina. Sin embargo, cuando, gracias a un soporífero administrado por el pérfido Biberach (v.), Otto deshonra a Melinda, Bank se decide a actuar, aunque no movido por la venganza, sino por el afán de castigar a su enemigo, causante de la ruina de la raza húngara; y, bajo los impulsos de la pasión, juzgando a la reina cómplice de su hermano, la mata.
Cuando el rey vuelve a la patria, Bank se lo confiesa todo. Seguro de haber obrado con justicia, se muestra aún arrogante. Pero cuando por confesión del moribundo Petur se evidencia la inocencia de la reina en cuanto al ultraje inferido a Melinda, su entereza se derrumba. Tiborc le lleva ante la mujer muerta y el héroe caído se desploma sobre aquel cuerpo frío: «No hay en toda la creación desgraciado como yo, / no hay otro huérfano como mi hijo». Aun cuando el rey perdona a Bank, esta gracia le es más bien un castigo.
Si bien impulsado por los más nobles propósitos, Bank ha pecado y no es ya más que un cadáver viviente: su caída es definitiva. Las más grandes tragedias parecen ser obra de las fuerzas cósmicas. A juicio del público, la desgracia del héroe trágico no está proporcionada a la llamada «culpa trágica». Al igual que Sansón (v.), sólo sacudió una columna, pero todo el edificio se le vino encima. En las últimas escenas, Bank puede argüir que ha matado con derecho; ha dado muerte a una mujer y, sin embargo, permanece caballero; aunque supremo juez, una duda infundada hizo que tomara la justicia por su mano.
No obstante, un espectador . imparcial ve muy claro que en tal decisión viose impulsado por el hado oscuro e inexorable que, como en las antiguas tragedias, penetra en los acontecimientos y envuelve todas sus circunstancias. Bank no podía evitar su destino ni alejar de sí su propia desgracia; ni tampoco podía asumir la responsabilidad de lo que constituía su «asunto personal»: no había sabido luchar fríamente contra apariencias falaces y tentaciones tan complejas que superaban las fuerzas humanas.
G. Hankiss