Aunque no participa directamente en El Banquete (v.) de Platón (427-347 a. de C.), ya que ello sería indigno de su calidad de sacerdotisa, la vemos vivir a través de las palabras de Sócrates (v.) cuando éste nos refiere la conversación que con ella ha sostenido.
Por una vez, y excepcionalmente, no es él el maestro, sino Diotima, ante la cual Sócrates adopta la humilde y atenta actitud de un alumno frente a su profesor. Diotima es la única mujer que Platón nos presenta en su teatro filosófico, ya que no pueden incluirse en él el discurso de Aspasia en el Menexeno (v.) ni el lamento de Xantipa en el Fedón (v.). ¿Cómo describe a Diotima? Su retrato es tanto más precioso cuanto que es muy poco lo que sabemos de la parte reservada a las mujeres en el culto griego.
En el Fedón, Platon cita a la Pitia de Delfos, a las profetisas de Dodona y a la Sibila, pero un cuadro completo de lo que fueron sólo se halla en la figura de Diotima. ¿Fue quizás una muchacha, a modo de paralelo femenino de los efebos platónicos? Evidentemente parece haber alcanzado la edad madura, pues es una dominadora, acostumbrada a recibir visitantes que reconocen su autoridad. No divaga, ni se halla en un estado de «trance», ni presenta ninguno de los rasgos frenéticos y turbulentos de la Casandra de Schiller (v. Baladas).
Por el contrario, habla con la serenidad de un teólogo racionalista. Conoce a los dioses y no coloca entre ellos a Eros, sino entre los demonios, a los que considera como una especie de intermediarios entre las divinidades y los hombres. He aquí cómo explica la genealogía de Eros: su padre es lo superfluo y su madre la miseria. Habitualmente Platón rodea de dudas sus mitos; pero esta vez, por lo mismo que es una sacerdotisa la que habla, asume el tono doctoral. Pero, aunque sacerdotisa, Diotima no carece de una intuición natural de lo que es el amor y sabe percibirlo por doquiera en la Naturaleza, y tolera la voluptuosidad porque sabe que es un medio para incitar a la procreación.
Platón habla de los niños en la República (v.) y en las Leyes (v.) únicamente desde el punto de vista de la eugenesia política; Diotima, en cambio, aunque sacerdotisa y virgen, se alegra de todos los nacimientos. Cuando habla de las inquietudes del amor que atormentan la carne, tiene la belleza de una gran amante, pero luego vuelve a ser únicamente maternal para alabar los frutos del espíritu, en las constituciones políticas y en las obras de arte. Y se manifiesta también madre en cuanto gran educadora, que explica a Sócrates lo que es la «paideia», para lograr a través de estadios progresivos la idea de la belleza en sí.
En ese momento empieza a divagar como la Pitia poseída por Apolo. Ve la idea y su lenguaje se hace ditirámbico. Puesto que tiene la costumbre de frecuentar a los dioses, no debe buscar penosamente las ideas a través de los tortuosos caminos de la dialéctica, sino que las alcanza de otro modo, por intuición. Éste es el don de las mujeres, y éste es también el genio de Diotima.
F. Lion