Uno de los narradores en el Decamerón (v.) de Boccaccio (1313-1375). Con este nombre, con el cual el autor habíase ya aludido a sí mismo y a sus amores en el Ameto (v.) y que quiere significar «el hombre de Venus» (Venus = Diona), Boccaccio designa a aquel de los tres jóvenes narradores que personifica su propio carácter en los momentos alegres, de despreocupado amor por la vida y por el goce.
Dioneo, «más que ningún otro, joven, agradable y ocurrente», «ingenioso y divertido» anima con su espíritu todo el libro: desde el primer momento se muestra, más que ningún otro de sus compañeros, decidido a dejar a un lado los pensamientos tristes y a impedir que vuelvan a turbarle, y se complace en burlarse de todo lo serio o doloroso que mencionen sus compañeros. También bromea acerca de las leyes y del ceremonial que la tertulia se ha impuesto y obtiene, por la indulgencia que se debe a su ingenio y a su descaro, que no se le obligue a tratar en su relato el tema propuesto por el rey de cada jornada.
Así puede dar rienda suelta a su temperamento salaz y alegremente cínico en los cuentos que, a capricho, relata siempre en último lugar y que pretenden cerrar con una franca y fácil risotada la fatiga de los demás narradores: sólo el último de aquéllos, que es también el último del libro, la historia de Griselda (v.), la mujer ejemplar por su paciencia y su fidelidad, parece querer enmendar el efecto de los demás y de su cínica incredulidad a propósito de las virtudes femeninas. Incluso fuera de las novelas, Dioneo se mantiene fiel a su papel, ya que en su constante actitud hay que ver la deliberada exageración de un carácter, y gusta de hostilizar a las damas de la tertulia y particularmente a las más jóvenes y recatadas, con sus atrevidos discursos y su afectada despreocupación.
Cuando le eligen rey, impone, pese a algunas tímidas protestas femeninas, como tema de los relatos «Las burlas que por amor o por su salvación han hecho las mujeres de sus maridos», y naturalmente los cuentos correspondientes a su jornada, que es la séptima, son los más atrevidos de toda la obra. Pero el alegre Dioneo está sincera y profundamente enamorado, y en la balada que canta parece lamentarse de que la mujer amada, aun correspondiendo a su afecto, demuestra no conocerle bien y no estar totalmente convencida de su fidelidad. A esa balada se contrapone la de Fiammetta (v.), la amada, que manifiesta sus dudas y tormentos de mujer celosa.
De ese modo, con la discreción con que se alude a tales historias sentimentales al margen del Decamerón, Boccaccio volvía al asunto de su novela juvenil, Elegía de Madonna Fiammetta (v.), y evocaba una vez más, transfigurándolo, su inolvidable amor por María de Aquino. Dioneo, el personaje en quien se encierra todo lo más libre y atrevido del Decamerón, reaparece en dos pasajes de las Gracias (v.), en las que Foscolo da nueva vida a los narradores boccacciescos y a las cosas que les rodean, y, mientras aparentemente condena como moralista las desvergüenzas de Dioneo, hace de él el protagonista de dos escenas artísticamente perfectas, retratándole en el acto de revelar los misterios de las Ninfas y de los Faunos y mientras contempla conturbado los bellos miembros de sus compañeras que están bañándose en el estanque del «Valle de las mujeres».
M. Fubini