El doctor Diógenes Teufelsdróckh, protagonista del Sartor Resartus (v.) de Thomas Carlyle (1795-1881), es profesor de «cosas en general» en la ciudad de «No sé dónde».
Actualmente son innumerables los que sin la menor ironía han abrazado semejante profesión; pero, en Diógenes, el oficio de metafísico a toda costa y de especialista de lo universal posee una autenticidad y una seguridad de vocación que le convierten en un trasunto d$ su propio autor. Diógenes Teufelsdróckh, en efecto, posee todos los rasgos espirituales de Carlyle, apenas deformados por una «ironía» visiblemente aprendida en la escuela del idealismo alemán.
Hijo abandonado de un extranjero y recogido por Andreas Futteral, Diógenes es educado por éste y su esposa Gretchen en su hacienda. El contacto con la naturaleza salvada de la civilización corruptora, enseña al niño a amar las cosas y a creer en la superioridad de los sueños. Más tarde, la escuela y la universidad le dejarán insatisfecho, y siempre en la soledad volverá a hallarse a sí mismo. Desengañado por el amor y la ciencia, Diógenes sucumbe a una sombría desesperación que disuelve en él toda certeza y le hace tocar el fondo del escepticismo, o sea la que él llama negación eterna («Everlasting No»), en la que el espíritu se apaga o vuelve a encontrar la luz.
Y Diógenes se remonta desde el abismo hasta la fe heroica del «eterno sí» («Everlasting Yea»). Rota la envoltura del egoísmo, recobra la libertad de espíritu que, más allá de las apariencias, le hace ver las «cosas en sí mismas» y en posesión de esta nueva fe quiere comunicársela a los demás y escribir su obra maestra, «La filosofía del traje» («Philosophy of Clothes»), en la que sostiene que toda cosa visible no es más que el símbolo de una realidad divina e indivisible, y que de la misma manera que es necesario que el vestido sea sencillo, funcional e íntegro, también los símbolos en que nos apoyamos deben ser los auténticos símbolos de la verdadera realidad, y no engañosos e inútiles espectros que oculten la nada y la mentira.
No es difícil descubrir en esa creación fantasticomoral los rasgos del nuevo mensaje romántico de Novalis, Fichte, Jean Paul y Goethe, fundidos en el dinamismo espiritual del autor, con su culto a los héroes y al ascetismo, sus aspiraciones aristocráticas de viejo campesino y su humorismo trágico. El personaje asume así el valor de una verdadera autobiografía. La aldea alemana en que Teufelsdrockh fue educado, Entepfuhl, no es más que el pueblo de donde Carlyle era originario: Ecclefechan. La infancia modesta y austera de Diógenes es su propia infancia. La universidad anónima donde estudió el joven poeta Teufelsdrockh en alemania quiere ser, en realidad, la universidad de Edimburgo, donde Carlyle había realizado sus estudios.
La «Blumina», primero y desdichado amor del profesor Teufelsdrockh, es quizás aquella miss Margaret Gordon a quien Carlyle amó sin poder casarse con ella. Pero sobre todo, la historia psicológica y la crisis interior del desdichado Diógenes esconden las aventuras espirituales del propio autor, que, cuando se hallaba en un estado de extrema abyección en el que todo le parecía inútil, hostil, inexplicado e inexplicable, fue propiamente deslumbrado por la luz divina que le dio el arma de la fe, permitiéndole combatir con dignidad y éxito su batalla de hombre. «Cierra tu Byron y abre tu Goethe». Ésta es la consigna que Teufelsdrockh da a sus lectores y en ella se condensa el mensaje de Thomas Carlyle a la Inglaterra de su tiempo.
Y. W. Ottolenghi