Personaje común a todas las tradiciones religiosas, populares y literarias, en las cuales aparece bajo nombres diversos: Diablo, Demonio, Lucifer, Satanás, Belzebù, Mefistófeles, y a menudo únicamente el Enemigo, el Maligno, etc. (y otras veces con apelativos burlescos, como Pedro Botero en castellano y Banyeta en catalán).
Los dos primeros son vocablos griegos a los que el Cristianismo dio un sentido nuevo, hasta el punto de que en la identificación del primero con el segundo, y en la transformación de ambos, puede resumirse la historia de la evolución de la idea del mal, al pasar del mundo grecorromano al cristiano. El griego conoce verdaderamente al Demonio, pero no al Diablo (8tá¡3oAoc).
El Demonio no es más que una forma inferior de divinidad, dotada de un poder superior al del hombre, pero que está al servicio del hombre mismo, como eslabón de enlace entre éste y las divinidades superiores: recuérdese el «daimon» que daba útiles consejos a Sócrates. Sólo el pueblo hebreo crea el concepto que luego se personificará en el Diablo, en el significado grecocristiano de esta palabra.