Es uno de los protagonistas del drama fantástico Csongor y Tünde (v.) de Mihály Vörösmarty (1800-1855). Símbolo de la aspiración humana hacia el amor y el ideal, Csongor ama al hada Tünde, que le corresponde, y a la que la hechicera Mirigy, encarnación del mal, ha sometido a un encantamiento que impide la unión de ambos enamorados.
Héroe típicamente romántico, Csongor alienta en su pecho, junto a su anhelo por el amor imposible, la sed inextinguible de lo absoluto. Buscando a Tünde recorre el universo entero y arrostra aventuras de todo género que le llevan hasta el reino de la Noche. El héroe romántico se transforma así en nuevo Ulises que explora el mundo de todos los valores y lucha infatigablemente contra la desilusión y derrota que le ocasiona la realidad.
Así es como el personaje nos permite darnos cuenta del camino que ha recorrido desde el Argiro (v.) de su primera encarnación en la leyenda popular. Todas las aventuras que le acontecen y todos los obstáculos con que tropieza en su camino le sirven para desarrollar delicadas y a la vez profundas nostalgias y consideraciones filosóficas cuyos resultados se concretan en la máxima de que tan sólo las aspiraciones ideales y la búsqueda humilde de las razones de la vida son valores duraderos.
Son típicos sus encuentros con el altivo rey, el sabio orgulloso y el riquísimo mercader, a todos los cuales halla luego nuevamente: al rey, sin corona, como un infeliz monarca shakespeariano; al sabio, como Fausto (v.), desilusionado y desengañado; y al mercader, reducido a pedir limosna, como el protagonista de un drama o una novela burgueses. Esta nueva orquestación del antiguo tema del «vanitas vanitatum» nos muestra hasta qué punto el tipo del idealista infortunado ha llegado a expresar la vida en todos sus aspectos.
G. Hankiss