[Clarissa Dalloway]. Personaje central de la novela Mrs. Dalloway (v.) de la escritora Virginia Woolf (1882-1941). En El cuarto de Jacobo (v.) Virginia Woolf había empezado sus experiencias en la técnica novelística e intentado eliminar ya sea la narración, ya el comentario del autor, haciendo vivir la figura de Jacobo, en la medida de lo posible, a través de sus propios ojos o de los de los demás personajes del libro.
Con Mrs. Dalioway este experimento fue llevado aún más adelante. El método sigue siendo el de representar a la protagonista a través de sus propios ojos y de los de la gente con quien entra en contacto; pero, en gran parte porque el conjunto de la acción se desarrolla en un solo día, la concentración lograda es mucho mayor. Tal vez «acción» no sea la palabra más adecuada: carecemos, en rigor, de un término que defina exactamente el desarrollo de una novela como las de Virginia Woolf.
En efecto, pocas cosas le suceden a la señora Dalloway, excepto aquellas que accidentalmente acompañan la adquisición de unas flores y los demás preparativos para una comida o los encuentros con personas conocidas íntimamente o desconocidas, y que constituyen los «acontecimientos» de un día cualquiera de nuestra vida. Para Virginia Woolf tales acontecimientos externos sólo importaban en cuanto provocaban una reacción en la mente de sus personajes.
La vida interna — la vida de la mente y del espíritu — no es estática ni está sujeta al tiempo. Y así, aunque en Mrs. Dalloway el tiempo se reduzca a doce horas más o menos, la autora dispone de la máxima libertad para hacer comprender al lector toda la complejidad humana que en Clarisa Dalloway se encierra. Es una mujer de cincuenta años, esposa de un brillante miembro del Parlamento, con una hija ya crecida, un amplio círculo de amigos y conocidos, una gran casa en Londres y una intensa vida de dama de la buena sociedad. Pero todos estos detalles sólo interesan en cuanto se refieren a su personalidad.
La señora Dalloway no posee ni un talento original ni una cultura profunda, pero tiene una comprensión intuitiva de la vida que rebasa la inteligencia común. No está dotada de aquel tipo de belleza que sólo se encuentra en las jóvenes y que ahora posee su hija, pero ha conservado un amor tan fresco y tan concreto por la vida que todas sus manifestaciones la excitan todavía, y por ello su personalidad sigue cautivando aún la imaginación de los hombres.
Como la mayor parte de las grandes figuras de Virginia Woolf, la señora Dalloway tiene una sensibilidad muy parecida a la de su creadora, y una extraordinaria capacidad de «sentir» la esencial significación de los objetos, los acontecimientos y las personas, así como el carácter de sus mutuos vínculos. «Ir más al fondo, llegar a una profundidad mayor de lo que la gente decía (¡y cuán superficiales y fragmentarios son sus juicios!), en su propia mente; ¿qué era verdaderamente para ella eso que ella llamaba la vida?» He aquí el logro mayor de Virginia Woolf: hacer que el lector, a través de la personalidad de la señora Dalloway, penetre en la vida «hasta aquella profundidad donde la mente aprehende los valores intemporales».
M. Dodderidge