Naturalizado en toda Europa, este famoso personaje de la «commedia dell’arte» reúne en sí diversos y parecidos tipos nacidos independientemente en épocas y lugares distintos. Encarnación del soldado fanfarrón, aparece ya en la comedia latina con el Pirgopolinices (v.) de Plauto y el Trasón del Eunuco (v.) de Terencio.
No obstante, el tradicional Capitán Fracassa no deriva históricamente de éstos. Hijo de la época de las compañías mercenarias, nace en el siglo XV y tiene toda la mentalidad del guerrero asalariado y vagabundo; sin patria, siempre en contacto con gente nueva, puede en todo momento disponer libremente de su vida y soñarla según la desea su oficio, llegando hasta convencerse plenamente de ello a sí mismo; ignora su natural cobardía, permanece atónito al verse vencido por ella y no la admite ni aun cuando se le impone.
En esto reside su pobre poesía. Y cuando se enamora, ama con la misma desenfrenada ampulosidad con que inventa sus aventuras guerreras y con igual convicción; de ahí deriva su tragedia. Tiene varios nombres; Fracassa, probablemente, procede del gigante así llamado, de quien habla Merlín Cocaio en el Baldo (v.); bajo el nombre de Capitán Spaventa le llevó a la escena, a fines del siglo XVI, Francesco Andreini, autor de la comedia Las bravuras del Capitán Spaventa; el de Capitán Rodomonte derivó del Orlando furioso (v.); en España se le llamó Matamoros o bien Capitán Matamoros; y fue conocido aun como Capitán Cocodrilo, Rinoceronte, Terremoto, etc.
Pero es siempre el mismo, soñador de amor y gloria, truculento en el hablar, estúpido ante la realidad y más vil que Arlequín (v.). En el siglo XVII se convierte en inconsciente sátira de la grandilocuencia barroca española y a menudo habla un lenguaje lleno de metáforas desconcertantes mezcla de italiano, francés, español y alemán; se convierte así en un verdadero producto del internacionalismo de la época, expresión, a la vez, de sus grandezas y miserias y especie de tragicómico símbolo histórico. De este modo aparece, con otros nombres, en el Horribilicribrifax (v.) de Andreas Gryphius.
Abandona entonces el morrión y la coraza del antiguo capitán de mercenarios italiano y se presenta con una enorme nariz, terribles bigotes, una larga espada, una capa listada de rojo y amarillo y un gran sombrero de fieltro gris con plumas. El siglo XIX pudo contemplar pasajeramente su desesperada e ingrata tristeza con Teófilo Gautier, el cual, en El Capitán Fracasse (v.), nos da, por boca de un director de una compañía cómica, un análisis sutil de este genuino iluso.
U. Déttore