Personaje de La tempestad (v.), drama de William Shakespeare (1564- 1616). Monstruo deforme y grotesco, hijo de la bruja Sicorace, es aborigen de la isla donde van a vivir Próspero (v.) con su hija Miranda, y la interpretación shakespeariana del salvaje del Nuevo Mundo que el dramaturgo posiblemente viera (traído a Inglaterra por los navegantes y expuesto públicamente) o acerca del cual tal vez leyera u oyera algo («Caliban», lo mismo que «caníbal», deriva del nombre de los salvajes Caraibes).
La época de Shakespeare estaba aún muy lejos de la idealización que luego Rousseau haría del salvaje. Caliban tiene una naturaleza mitad de demonio y mitad de bestia; los esfuerzos de Próspero sólo consiguen desarrollar su inteligencia, pero no alcanzan a dominar su innata perversidad. Es ruin, falso, servil y se complace en el mal de los demás; todo lo contrario, pues, del «noble salvaje» del siglo XVIII.
Pero, aun cuando grosero, no es vulgar, como observa Hazlitt; no cae en la bajeza de sus compañeros ebrios. Y al principio, no se portó mal con los recién llegados a su isla, indicando a Próspero las fuentes de agua dulce y los mejores frutos; únicamente después de haber intentado forzar a Miranda y haber sido castigado severamente por Próspero siente deseos de venganza. Otra atenuante contribuye a moderar el negro retrato del monstruo: ama la música, y los dulces y misteriosos rumores de que está llena la isla le ocasionan un goce profundo y le arrullan en tan deliciosos sueños que llora al despertar por no haber podido prolongarlos.
En su descripción de Caliban, Shakespeare no olvidó ninguno de los rasgos de una naturaleza instintiva y animal, y ello con tal ecuanimidad que esta figura no nos parece repugnante, sino más bien simpática, como el vil, perjuro y picaresco Falstaff (v.): Caliban, lleno de bajos instintos pero también de melancolía y de vagos anhelos de belleza, es un bastardo ‘grotesco y patético. Los críticos le han abrumado con interpretaciones excesivamente filosóficas; Renán, por ejemplo, le juzgaba el símbolo de la democracia.
M. Praz