Blanca

Nombre que lleva la heroína de la tragedia en tres actos Mar y cielo (v.) del dramaturgo catalán Ángel Guimerá (1849-1924).

En ella el autor ha querido re­presentar un caso de mujer, que sin perder su pureza, se siente atraída por una pasión irresistible, por Sa’id (v.), el capitán del bajel morisco que ha capturado al cristiano en que viajaba Blanca. Iba ella en com­pañía de su padre Caries y de su primo Ferran — capitán de la nave cristiana — en viaje de Barcelona a Mallorca donde tenía que profesar en un convento.

Insensible­mente se siente atraída hacia Said; descu­bre que aquel hombre encierra un corazón generoso. Así cuando Said — que es moris­co expulsado de España desde muy peque­ño, hijo de padre mahometano y de madre cristiana — cuenta cómo vio que los cris­tianos daban muerte a sus padres, Blanca se enternece y rompe en sollozos. De esta manera se traiciona a sí misma y surge la oposición entre ella y su padre y Fe­rran. Frente al fanatismo de éstos, Blanca representa el sentimiento femenino que está / por encima de partidismos y confesionalismos.

Pero en su alma se desarrolla la tra­gedia y el conflicto entre su vocación reli­giosa y el naciente y vago amor por el morisco. Y en el ambiente está el temor del destino que les espera cuando la nave corsaria llegue a Argel. Más para solu­cionar su conflicto interno que por un afán de venganza en nombre de una fe y de una doctrina, Blanca decide asesinar a Said. No puede conseguir su intento y se siente ya irremediablemente vencida por aquel hombre. Transcurren los días de navegación en el mar, días enervadores para la sensi­bilidad de ambos, especialmente de Blan­ca, que se siente ya lejos de su mundo y atraída por aquel otro representado por Said.

Éste, por su parte, no quiere llegar a tierra, pues deberá entregar a los pri­sioneros y no puede ya renunciar a Blan­ca. Pero de pronto los papeles cambian: un renegado ha puesto en libertad a los cris­tianos prisioneros en la nave y éstos se convierten en los dueños del bajel. Y es ahora Blanca quien tiene que salvar a Said del deseo de venganza y del fanatismo de su padre y de su primo: antes que tocar al moro tendrán que pasar por encima de ella. Al final, en un intento por salvar a Said, mueren ambos arrojándose al mar.

Blanca es el prototipo de la heroína ro­mántica, arrastrada por la pasión, situada en un trance imposible (ella y Said son como el mar y el cielo, el escenario de la acción, que sólo pueden encontrarse en el horizonte, esto es, en la muerte). La re­acción psicológica de Blanca se produce un poco a saltos y el lenguaje es el conven­cional de las tragedias de carácter román­tico, si bien al terminar la lectura queda el recuerdo de un personaje femenino ta­llado a toscos pero certeros golpes.