[Billy the Kid]. Pseudónimo del norteamericano William H. Bonney (1859-1881), que ha pasado a ser una figura del «folklore» de su país. Tradiciones orales, baladas populares, biografías apócrifas, relatos periodísticos de vivos colores y «novelas de quiosco» convirtieron a este forajido sudoccidental en un semidiós de la imaginación popular.
Su carrera fue tan breve como poco edificante: cometió su primer asesinato a los doce años, lo cual ayuda a comprender que, antes de que la emboscada de un «sheriff» segara su juventud y su vida, hubiera dado muerte a veintiún hombres, «descontando a los indios». Su única fotografía auténtica le revela como «un tipo inclasificable, linfático, con ojos de comadreja, pecho hundido, hombros caídos y aspecto repulsivo, con una clara apariencia externa de cretino», figura que muy bien podría ser el Popeye (v.) de Faulkner.
En la leyenda, no obstante — fundamentada en la tradición americana «anárquica» que ha dado también vida a Natty Bumppo (v.) y al Walden (v.) de Thoreau — Kid aparece como un arrogante y nada temible héroe, un tramposo, lleno de astucia, un generoso bienhechor de gran corazón; un caballeresco Robin Hood (v.) que defiende la causa del pueblo humilde contra la tiranía de la fuerza organizada.
Es posible que esta leyenda llegue a convertirse en un «cantar de gesta» americano. El autor de la Saga de Billy Kid [The Saga of Billy the Kid] se maravilla ante la «imperturbabilidad exenta de nerviosismos» del héroe, que atribuye a un vacío glacial, a una falta absoluta de emoción humana. Precisamente este aspecto del personaje es el que le hace interesante también a los ojos del lector moderno, iniciado en los tipos de Hemingway, Faulkner, Chandler, Cain y los últimos films estadounidenses.
Como todos ellos, Kid representa una actitud espiritual en cierto modo típicamente norteamericana, a la que podría definirse como «el gran repudio». Puede compararse al insensato y frío repudio de los innumerables personajes de la vida y la literatura norteamericanas en quienes, como en Popeye, la impotencia espiritual ante la vida se convierte en un estado parecido a la idiotez, y se exterioriza en continuos actos de violencia faltos de «significación» y de «motivo», de los que implacablemente el propio autor resulta en todos los casos la víctima inconsciente y reparadora.
S. Geist