[Beatrice]. Figura de Mucho ruido por nada (v.), de William Shakespeare (1564-1616). Es la perfecta oponente femenina de Benedicto (v.), con cierto sabor picante que da a su figura una agudeza fácil y hasta un tanto grosera quizá para un espectador actual, pero con un brío y frescor capaces aún de cautivar.
Repite en tono menor y con mayor riqueza de matices el tipo de Catalina (v.), la «fierecilla domada». También Beatriz, como demuestran los hechos, busca por todos los medios un pretexto para consagrar al hombre amado todo su afecto; pero por lo mismo que su estimación se revela en forma perversa y contradictoria, molestando con sus burlas a un hombre que pasa por ser persona de ingenio, su afecto busca medios indirectos para manifestarse.
A pesar de ello, se trata de una criatura apasionada, femenina en extremo, y espontánea en sus incontenidas reacciones; por ejemplo, cuando la calumnia de que ha sido víctima su prima la hace prorrumpir en aquel grito de venganza contra Claudio que súbitamente revela en ella la mujer trágica, y, concretamente, la mujer trágica del Renacimiento. «¡Mata a Claudio!», es la orden que da a Benedicto, orden que no podía parecer absurda a los oídos de los súbditos de Isabel, aunque para nosotros sea como si la comedia, arrancándose repentinamente del ambiguo rostro la careta del espíritu que parecía informarla, nos descubriera el fondo de pasión todavía salvaje que hacía de aquella sociedad, por muchos conceptos tan culta y refinada, un mundo anárquico y sangriento.
Sin embargo, no es la venganza de Beatriz la que devuelve el equilibrio al drama; el castigo de los culpables se lleva a cabo mediante una solución casual. Y Beatriz, después que por un momento la hemos vislumbrado bajo su aspecto heroico, vuelve de nuevo al juego frívolo y mordaz de sus agudezas, informadas, desde ahora, por el amor ya confesado.
M. Praz