Astrapójannos

[«Juan el Rayo»] es el héroe de un fa­moso poema (v. Poesías) del autor griego moderno Aristóteles Valaoritis (1824-1879). Figura fantástica para algunos, para otros es un personaje histórico que hacia fi­nes del siglo XVIII se distinguió en la lu­cha de los griegos contra los turcos.

El pro­pio poeta, en su prólogo en prosa, cita frag­mentos de una canción popular relativos a este personaje. Al parecer Astrapójannos fue un «clefta» de la región de Anfisa, que vivió a mediados del siglo XVIII. Primeramente sirvió a los turcos como jefe de milicias en el campo, pero luego, a causa del ultraje inferido a una muchacha griega por un jefe turco, tomó las armas contra el opre­sor.

Más tarde, en un encuentro con los turcos, fue herido de muerte. En ese mo­mento precisamente empieza la balada de Valaoritis, que se inspira en la costumbre que los «cleftas» combatientes tenían, de dar muerte a sus heridos para evitar que cayeran vivos en manos del bárbaro ene­migo. Astrapójannos, en el momento de su agonía, pide como último favor a su lu­garteniente, el «protopallícaro» Lambetis, que le corte la cabeza.

Con profundo dolor, el joven accede a la súplica de su capitán y guarda la cabeza en su alforja, donde lleva también el pan de cebada que cons­tituye su único alimento. Después de ello, Lambetis reemprende su apresurada mar­cha a través de barrancos y precipicios, siempre perseguido por el enemigo.

Por fin encuentra un lugar apropiado al reposo, junto a una fuente y allí se sienta en el suelo, saca de su alforja la cabeza de su jefe, la lava amorosamente, pone sobre sus muertos labios un pedazo de pan y le dirige la palabra en afectuosos términos. Pero los enemigos están a punto de llegar y Lambetis debe reanudar su fatigosa hui­da por los montes, de día y de noche, mientras la cabeza de Astrapójannos, aho­ra ya en descomposición, requiere sepul­tura.

Por fin llega a un lugar donde puede dársela y cuando al cabo de poco es a su vez mortalmente herido, se arrastra hasta allí para morir junto a los restos de su capitán. Todo el relato dramático de esta singular balada romántica, que tiene ras­gos de alucinante verdad, está dominado por la cabeza cortada del «clefta», conver­tida en protagonista de la trágica fuga.

I. M. Panajatopoulos