Uno de los discípulos, o mejor dicho, un devoto de Sócrates (v.), al cual sigue por doquier, de tal modo que lo encontramos en la Apología (v.), en el Fedón (v.) y en el Banquete (v.).
A este último no asiste personalmente, pero otra persona le ha dado cuenta de él, en forma que el Banquete tal como ha llegado hasta nosotros es el eco de un eco, atestiguando un procedimiento literario en el que Platón es maestro y que le permite elegir entre los elementos de la realidad aquellos que mejor le convienen. En la medida en que Platón sabe dar realce a la figura de un estadista como Apolodoro, éste se distingue de todos por sus intempestivos arrebatos, sus cóleras y su ardiente agresividad; se asemeja a alguna figura shakespeariana como la de Mercucio (v.) o más bien la de Tibaldo de Romeo y Julieta (v._).
Apolodoro se da cuenta de su propia violencia, pero como a pesar de todo se siente apreciado, fuerza aún más su carácter acentuando hasta el extremo su fervor de converso. Él, que durante tanto tiempo se ha desinteresado de la filosofía, pero que figura entre los seguidores de Sócrates y que finalmente se ha descubierto una inclinación y aun cierto gusto por aquélla, vitupera y menosprecia a cuantos no están de su parte y no comulgan en sus ideas, demostrando con su colérica intemperancia no haber llegado todavía a adquirir para sí la auténtica fisonomía de un filósofo.
F. Lion