Protagonista del relato El abrigo (v.) de Nicolás Gogol (Nicolaj Vassil’evič Gogol’, 1809-1852). En relación con las distintas significaciones que se han dado a la historia, han sido varias las interpretaciones de su protagonista, desde la realista psicológica, fundada en sus vicisitudes exteriores y en sus sufrimientos morales, hasta la grotesca, que toma por base, la aparición del fantasma de Akaki Akakievich al final del relato, después de su triste muerte.
La primera de estas interpretaciones tiene sin duda un sólido fundamento en las propias palabras del escritor, que nos presenta a su personaje como un «ser indefenso al cual nadie quiere y que a nadie interesa». Y describe minuciosamente su aspecto exterior, su comportamiento y sus reflejos interiores.
Partiendo únicamente de esta base de interpretación, Akaki Akakievich puede considerarse, y de hecho ha sido considerado, como el «tipo de aquellas criaturas miserables, mezquinas y perseguidas por el destino que, después de El abrigo gogoliano y de Pobre gente (v.), de Dostoievski, tan considerable lugar ocuparon en la literatura rusa del siglo XIX.
Akaki Akakievich es un modesto empleado, que no posee ninguna aptitud especial, a excepción de la de saber copiar caligráficamente expedientes y oficios, pero que cumple concienzudamente y aun con amor sus deberes de funcionario. Así, el copiar documentos oficiales es lo único que da sentido y satisfacción a su vida solitaria, tan desnuda de deseos que, en el momento en que le ascienden, rehúsa espontáneamente la mejora.
Sin embargo, este ser insignificante y aparentemente nulo tiene aspectos humanos que lo elevan por encima de la egoísta e irreflexiva juventud de sus compañeros de oficina que se burlan de él y dan un tono cómico al desarrollo de sus relaciones con el mundo exterior. En esta comicidad encontramos sin embargo la famosa «sonrisa a través de las lágrimas» que Gogol debía introducir en la literatura narrativa.
Akaki Akakievich puede así hallar palabras de un irrefutable valor elemental: el joven empleado que al principio, siguiendo el ejemplo de los demás, se había permitido burlarse de él, después de sus palabras: «Déjame, ¿por qué me ofendes?», cesa de pronto en su intento, como si hubiera recibido una advertencia fulminante o como si todo hubiera cambiado ante sus ojos y se le apareciera bajo una luz distinta; y más tarde, aun en los momentos de mayor alegría, volverá a ver la imagen del diminuto empleado, medio calvo, y le parecerá escuchar aquellas penetrantes palabras.
Pero a pesar de este carácter, indiscutiblemente «humanitario» del personaje, hay en él alguna cosa que también justifica la interpretación más reciente, en la que se da mayor valor a los rasgos grotescos que preceden al fantástico e inesperado desenlace de su historia. Es la manera netamente gogoliana, que un agudo crítico ruso, Eichenbaum, ha resumido en la fórmula: «Gogol puede reunir las cosas más dispares, exagerando lo pequeño y empequeñeciendo lo grande».
Desde este punto de vista precisamente, el capote nuevo de Akakievich adquiere las proporciones de un acontecimiento grandioso: «Akaki Akakievich se alimentaba espiritualmente llevando a sus propios pensamientos la idea eterna de su abrigo futuro». La significación del héroe adquiere así un aspecto nuevo no menos notable que el «humanitario» anterior, y sirve para valorar exactamente no sólo la obra gogoliana, sino también las primeras manifestaciones del realismo ruso, que se nos presenta no únicamente como una reacción, sino como una emanación directa del Romanticismo.
E. Lo Gatto