Es la figura más simpática de los Caballeros (v.) de Aristófanes (450-345 a. de C.). Salchichero de oficio, los oráculos han anunciado que vencerá en singular combate al necio demagogo Paflagón (v.), opresor del anciano y acobardado Demos (v.).
El combate no es un noble duelo a espada, sino un áspero encuentro de injurias, alusiones maliciosas y halagüeñas promesas y adulaciones para lograr el favor del viejo. Su aspecto desenvuelto, su palabra mordaz y su fantasía libre de prejuicios y capaz de crear las formas más ingeniosas y complicadas de insulto, así como la seguridad de que da pruebas ante su adversario, convierten a Agorácrito en un simpático truhan, en un inteligente malandrín.
Si se añade que al final nos revela sus aptitudes taumatúrgicas rejuveneciendo al anciano Demos, todo escepticismo se desvanece y hay que pensar que este último personaje, atontado y fácil de manejar para hombres como Agorácrito, ha encontrado finalmente a alguien que, de grado o por fuerza, le hará seguir el recto camino.
P. Pucci