[Ahàrón] Hermano y compañero de Moisés (v.) en la liberación y gobierno del pueblo hebreo y primer Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento (v. Éxodo y Números, I-XX).
Rico de cualidades externas — solemne presencia, palabra hábil y elocuencia eficaz — era el hombre ideal para desempeñar el papel casi meramente representativo que le está reservado al lado del verdadero Jefe; pero a esas dotes unía también auténticas virtudes, como son el reconocimiento de sus propios límites y su sumisa docilidad, que hacían de él un compañero realmente precioso para aquel gran conductor de pueblos a quien en todo momento se mantiene fervorosamente fiel, con una lealtad reforzada por la costumbre de luchar y sufrir juntos.
Aun así, la proximidad de ambas figuras reduce su honrada medianía a proporciones tan modestas que a veces llegan a rozar con lo grotesco. Ésta es a menudo la suerte de los pequeños en quienes se detiene la complacencia de los grandes: sienten cómo aquéllos descansan en su sencilla intimidad y por lo mismo les buscan y les aman sin reserva, incluso en sus debilidades ‘y en sus errores, que soportan con desacostumbrada clemencia; mientras, naturalmente, no siempre los pequeños pueden fundir perfectamente su amor y su admiración por quien tan inopinadamente les hace objeto de sus predilecciones, y sobre todo casi nunca logran mantenerse a un nivel demasiado alto para su modesta estatura.
Así, Aarón conoció fugaces momentos de superficial infidelidad para con Moisés, como cuando se unió a las críticas que ^ contra aquél formulaba su hermana María; pero sobre todo reveló su congénita debilidad cuando, atemorizado por la sublevación del pueblo que creía que Moisés había – sido consumido por el fuego de Dios en el Sinaí, consintió en que se fundiera el becerro de oro y en ser su torpe hierofante, agravando con su insensato celo la secesión religiosa de Israel. A pesar de ser su culpa gravísima, no consta que recibiera ni un reproche de Moisés. Su presencia, por lo demás, contribuía innegablemente a salvar a éste de las acusaciones de tiranía que de otro modo hubieran podido más fácilmente lanzarse contra él* si se hubiese^ hallado solo al frente de su pueblo.
Así su pérdida, poco antes de iniciar la conquista de la Tierra de Promisión, fue para el liberador de Israel mucho más grave que la pérdida de un precioso aunque humilde colaborador: fue en realidad la pérdida de un hermano, de un auténtico hermano espiritual.
G. Falconi