Poema de doce cantos del poeta provenzal Frédéric Mistral (1830- 1914), publicado en 1866, siete años después del triunfo de Mireya (v.). Calendal (que corresponde a Natividad) es un valiente pescador y marinero de la pequeña ciudad provenzal de Cassis, quien narra sus maravillosas aventuras en primera persona. Habiendo entrevisto cierta vez en el salvaje monte Gibau a una joven mujer de maravillosa belleza que la gente del lugar sostenía que era un hada, consiguió reunirse con ella. Esterela le habla: se revela como baronesa de Eiglun, última descendiente de la principesca familia de los Baus, que personificó en otro tiempo el poder y la gloria de Provenza. En su castillo se presentó el conde Severano que, fascinando a la ingenua muchacha con su audacia, había obtenido su mano; pero el mismo día de las bodas tuvo una tremenda revelación: Severano es nada menos que un jefe de bandidos, un cruel aventurero manchado con los delitos más negros. La joven horrorizada huyó a la montaña, encontrando refugio en el Gibau, donde vive con las fieras, que la respetan como a una reina. Luego Calendal (v.) habla de sí mismo: su familia, aunque pueblerina, siempre ha guardado el culto de los antiguos recuerdos y no sin profunda razón se ha enamorado de Esterela apenas la ha visto (C. I-IV).
Siguen las aventuras de Calendal que en adelante dedica toda su vida al objetivo de hacerse digno de Esterela: se enriquece en el mar, con audaces empresas de pesca, ofreciendo a su amada espléndidos adornos; triunfa en las competiciones deportivas tradicionales y vence al fin el encanto de la espantosa selva del Ventour, derribando los primeros árboles. Pero siempre Esterela le despide decepcionada, enseñándole que la riqueza es cosa vana y que valen muy poco aquellos triunfos vulgares, frente a las espléndidas empresas de los trovadores antiguos por sus damas, o las épicas luchas de sus antecesores contra los moros. Mejorado e iluminado por las palabras de ella, Calenda se dirige hacia obras muy distintas: pacificando las antiguas corporaciones del país que se destrozan en una lucha fratricida por la posesión de Marsella (C. VIII) y liberando al fin la Provenza, después de una épica lucha, de la tiranía del famoso bandolero Marco Mau. Entonces su patria agradecida le acoge con honores triunfales en Aix y le elige «Príncipe de la Juventud». Ahora está seguro incluso del amor de Esterela; pero queda la última añagaza y el último obstáculo: Severano. Éste atrae al joven al castillo de Aiglun, trata de perderlo con pecaminosas delicias y, ante su reacción, le encierra en un horrible calabozo. Pero Calendal huye y, en el Gibau, junto a Esterela, se prepara a combatir, como un antiguo paladín, contra este nuevo Ganelón. Resiste, en efecto, victoriosamente el asalto de Severano, quien perece con toda su banda en el incendio del bosque provocado por él mismo.
La mágica historia, narrada con los más vivos colores y llena de un suavísimo espíritu poético, está, sin embargo, complicada por significaciones alegóricas: el joven Calendal representa el alma de la Provenza nueva que, reanudando sus gloriosas tradiciones y conquistando el amor de la última princesa de Provenza, gana de nuevo su patria. De ahí un esfuerzo evidente en recalcar e insertar en la sencilla trama gran cantidad de recuerdos históricos y legendarios, con los cuales se alternan, sin embargo, felizmente amalgamadas, evocaciones de Provenza, con sus ríos, sus bosques y sus costas. Diríase casi que la amorosa virtud de Mistral narrador de su tierra es el carácter más evidente del poeta de Calendal. Precisamente por estas razones el poema fue exaltado por muchos a la par de Mireya, la que parece ser muy superior tanto por la universalidad de sus conceptos como por la solemne sencillez de su estilo. [Trad. de Arturo Masriera (Barcelona, 1907)].
M. Bonfantini