[Psicología]. Obra de Antonio Rosmini-Serbati (1797-1855), en dos vols, publicados en Novara en 1850. La primera parte, «De la esencia del alma», es la más importante.
Rosmini parte del supuesto de que los datos inmediatos de la naturaleza son «el sentimiento» — no deducido ni deducible por obra de raciocinio de un conocimiento precedente —y «la idea», esto es, «el ser en cuanto objeto de la intuición mentaba supuesta por todo raciocinio y acto de abstracción. Del ser, conocido naturalmente, trata la Ideología, de la que es continuación la Lógica. Todas las otras ciencias reciben sus materiales de estas dos; pero la Psicología les suministra el rudimento real, mientras la Ideología les presta el ideal. El concepto puro del alma, «sustancia», se expresa con el «yo» despojado de las deformaciones extrañas al concepto general de alma, es decir, con el sentimiento que yace en el fondo del yo o «sentimiento fundamental», que precede al yo como un «a priori», esencia sustancial del alma, sustancia-sentimiento.
Propiedades de la esencia del alma son la unidad, espiritualidad, inmortalidad, probada inmediatamente por la conciencia; el sujeto de la sensación y del conocimiento son, en el hombre, uno solo. Sucesivamente trata el autor de todas las cuestiones planteadas por la unión del alma con el cuerpo, su recíproco influjo, examinando especialmente la doctrina de Averroes, de la «unión del cuerpo con el alma racional mediante la especie inteligible», y comentando con aclaraciones el concepto de Descartes, sobre el pensamiento esencial del hombre. Combatiendo a continuación la filosofía animista, que atribuye todos ,los fenómenos aparentes en el cuerpo animal al alma racional, admite entre otras ideas la multiplicabilidad del alma — con el ejemplo de los pólipos—, pero no su divisibilidad; y trata desde un punto de vista moderno las causas de la muerte, cuando «la materia pierde la organización necesaria para la vida animal», y, con mucha reserva, la hipótesis de la generación espontánea (sin citar, sin embargo, las exclusivas experiencias de Spallanzani).
Examinando la teoría pansiquista, Rosmini se inclina a favor de la existencia de alguna forma de vida en todos los elementos, pero pensando que el filósofo debe limitarse, en tales «misteriosísimas cuestiones», a determinar «qué hipótesis no envuelven contradicción lógica». Haciéndose fuerte en esta posición, el autor llega a fijar la individualidad del hombre en la percepción de un sentimiento animal individuado, por el cual «insensiblemente sabríamos las partes cuyo movimiento no hubiese modificado aquel sentimiento fundamental, que es por nosotros habitualmente percibido, y del que podemos tener conciencia»; afirmación ésta que presupone ya la categoría del subconsciente. En cuanto al origen del alma intelectiva, distingue el aspecto subjetivo, que «no puede ser divino por limitado y contingente», y el objetivo, esto es, «la comunicación que Dios mismo dispensa al alma, que por esto es inteligente», que por esto es «semejante a Dios como lo intelectual lo es a lo inteligible».
Refutando la metempsícosis, sostiene que el alma intelectiva «no pierde’ nunca su individualidad e inmortalidad», y explica la repugnancia a la muerte, porque «la percepción del cuerpo es el primer acto del principio racional»; razón por la cual «el alma separada mantiene inclinación a unirse con el cuerpo». En un largo apéndice, «De las sentencias de los filósofos sobre la naturaleza del alma», trata el autor de los materialistas, sensistas, «falsos objetivistas», «teosofistas» y por último de Aristóteles, cuyo error acerca de la naturaleza del alma consistiría, para Rosmini, en haber derivado el uno, el «común» (el «universal»), de las cosas reales, del sentido que lo percibe, en vez de pensar que el «común» venía de más alto, que es esencialmente idea y no puede confundirse con la «realidad»; esta derivación es preciso buscarla más allá, puesto que está sólo en el «ser ideal», por sí mismo objeto, forma inmensamente superior al alma, nexo natural del hombre con su divino principio.
La segunda parte de la Psicología, «Sobre el desarrollo natural del alma humana», es una demostración práctica de la parte primera: de la esencia del alma nacen sus varias potencias y múltiples operaciones, sus interiores aptitudes y facultades, el uso de las cuales, convenientemente realizado, hace extraordinariamente «deseable y querido el tener un alma inmortal». En esta obra, rica en geniales y modernos puntos de vista, se encuentra ya, con seis años de antelación al Nuevo ensayo sobre el origen de las ideas (v.), la idea fundamental del pensamiento rosminiano sobre el ser universal «comunísimo», intuición primera de la mente: puesto con independencia de la visión de la autoconciencia, recibido en el sujeto, visto por el alma, y desde fuera por «síntesis a priori».
Claramente aparece también el concepto de las dos formas subjetiva y objetiva, y del acto primero y sintético por el que el sujeto se objetiva en la forma de la verdad, en el ser ideal: sujeto y objeto, «a priori», de toda experiencia concreta; y la síntesis de los dos elementos también «a priori», constituyente original del alma; y la afirmación del «sentimiento fundamental» del yo en que consiste la esencia sustancial del alma. Del sensismo, del idealismo y de la escolástica, Rosmini recoge y hace suyos solamente algunos elementos, disintiendo de otros, a los que conviene tener en cuenta para la búsqueda de la unidad de un sistema que no es sensista, ni kantiano, ni tomista, ni síntesis de los tres, cuyo fundamento es la intuición del ser ideal, acto primero y esencial del entender «a priori» de todo conocimiento efectivo.
G. Pioli