[Les Salons]. Es el título de las relaciones que Dénis Diderot (1713-1784) hizo de las exposiciones de arte de París (llamadas precisamente «Salons de peinture et de sculpture»), en los años comprendidos entre 1759 y 1781. Estas relaciones adquirieron en seguida gran renombre por la viveza e inteligencia que revelaban, hasta el punto de que por ellas mereció Diderot a los ojos de muchos el apelativo de fundador de la crítica de arte moderna. Hoy se puede notar que concede demasiado a la descripción de los «asuntos» y se extiende también demasiado en digresiones de carácter naturalista que le alejan del tema tratado.
Los artistas cuyas obras critica, son: Boucher, Fragonard, Greuze, el escultor Bouchardon, el paisajista Vernet, Chardin… Greuze y Chardin, el primero sobre todo, son sus favoritos, con su gusto por los temas íntimos, por los cuadros de vida familiar, idílicos o melodramáticos. Sin embargo, desde la descripción del asunto, Diderot sabe elevarse a veces a un intento de recrear en lenguaje literario lo que el artista se ha propuesto expresar por medio del dibujo y del color y de captar los caracteres peculiares de su inspiración. Por eso, cuando da libre curso a su imaginación suele darnos, en vivas descripciones, alguna buena observación sobre la luz, sobre el color, sobre la composición de la pintura. Exaltador de la importancia de las pasiones en el arte y, como consecuencia, de la psicología empírica, logra a veces hacer sentir la estrecha relación entre el sentimiento y las formas y colores de que el artista se vale para realizarlo. Su crítica no es, por lo tanto, como se ha dicho, una invasión de la literatura en el campo del arte: representa también, al menos en los momentos más felices, el esfuerzo para establecer los puntos de contacto entre el arte y la literatura, de hacer ver cómo, a pesar de los diferentes medios de expresión, el problema central de todas las artes es uno solo.
En Les Salons se aplican aquellas ideas sobre el arte que el autor puso de manifiesto en otros escritos: especialmente en la Paradoja sobre el comediante (v.) y en el Ensayo sobre la pintura (v.). Escasamente preparado, sin embargo, como teórico y como crítico de las artes plásticas, Diderot debe su fortuna sobre todo a la intuición, a la seguridad del juicio, a la vivacidad del estilo; pero, desde un punto de vista rigurosamente crítico, no se puede decir, debido al persistente naturalismo de su visión y a su actitud fundamentalmente literaria, que supere la posición mental de los aficionados franceses del siglo XVII, sobre todo la de De Piles.
M. Bonfantini
Este charlatán fastidioso que se las da de inspirado en batín, cesa de ser un saltimbanqui cuando se trata de arte. Este espíritu falso en tantas cosas, poseía una sensibilidad justa. (Barbey d’Aurevilly)
Los Salones de Diderot, considerados dentro de su época, son una obra relevante. Se puede muy bien decir que es el iniciador, si no de la crítica de arte, por lo menos del periodismo de arte… A un público encerrado hasta entonces en el gusto literario, le revela el mundo del arte. (Lanson)