[Psalterium decem cordarum]. Tratado del profeta y exegeta calabrés abate Gioachino da Fiore (alrededor de 1130-1201), cuya primera parte se compuso en Casamari en 1182-1183 y la segunda y la tercera dos años después; fue publicado en Venecia en 1527.
El virtuosismo maravilloso de Gioachino al sacar de los textos bíblicos datos numéricos que refuercen y corroboren sus alegóricas interpretaciones de los hechos y de los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento para ilustración de sus ideas, y el desenfrenado simbolismo de que está entretejido su comentario de los textos bíblicos, abstruso, siempre fantástico y a menudo caótico, pero rico, hallan expresión superlativa en este más que único escrito, resultado de la superposición a un tratado sobre la Trinidad, mejor dicho, de la Ilusión con él, de otros dos: el primero, que trata — nos lo asegura el autor en su prefacio — «del número de los salmos de la divina sabiduría, y por medio de él de todas las cosas», en el sentido que «numerando ordenadamente las generaciones de los siglos, comenzando por Adán, casi en cada década de generaciones se encuentra el principio, y por doquier, manifiesto y claro, el misterio de la Santa Trinidad»; el segundo, de pocas páginas, «del modo de salmodiar, y de la institución de los salmodiantes en aquella misma santa unción en que están todas las cosas; la cual siendo el gozo y la exultación del sumo Dios, a aquellos a los que confía los sagrados oficios hace alegres y jocundos», lo cual es una muestra del estilo del místico abate. En cada uno de ellos, sin embargo, se trata de todo lo imaginable.
El hilo de ese laberinto no está proporcionado en el prefacio, en el cual el autor habla de una suprema fulguración que iluminó su inteligencia un día de Pentecostés en Casamari, luego que, habiendo entrado en el oratorio, con cierta duda en el ánimo acerca de la Santa Trinidad, salmodió con gran fervor pidiendo al Espíritu Santo que le iluminase, y obtuvo la intuición del rico simbolismo espiritual del salterio decacordo. (Pero su doctrina acerca de la Trinidad fue condenada por el concilio del Laterano). Bajo esta luz intelectual, llena de amor, compuso el primer libro en el mismo convento, ilustrándolo con sus extrañas y originalísimas figuras (v. Libro de las figuras). Sigue al Salterio la «Profecía de fray Bernardo Odón», un «Himno de Gioachino a la patria celeste» y otro acerca de la gloria del Paraíso, de cuya «alta fantasía» no sería quizás arriesgado pensar que tomó imágenes para su tercer canto el autor de la Divina Comedia, que, como parece demostrado, se inspiró abundantemente en el Libro de las figuras.
G. Pioli