Es el documento auténtico más importante del humanista florentino Lino Coluccio Salutati (1331- 1406) y constituye una de las más preciosas fuentes para el estudio de la formación humanística. Publicado por Francesco Novati en el 1893, el Epistolario, constituido por 325 cartas divididas en XIV libros, testimonia la gran obra realizada por Coluccio en pro de la cultura y de los estudios clásicos, en pro «de aquella empresa, que parecía la reivindicación de cuantos tesoros de ciencia y de arte la barbarie, si no destruido, por lo menos nos había ocultado».
Valiéndose de su alto cargo de canciller de la Señoría florentina, Coluccio interesó a sus amigos y corresponsales, desde el Pontífice al más obscuro notario, haciéndoles cooperar en la causa de los estudios que le apasionaban. Entre las personalidades a quienes las epístolas van dirigidas bastará recordar a Bonifacio IX, Inocencio VII, Giovanni Bocaccio, Francesco y Leonardo Bruni, Francesco da Carrara, Francesco Gonzaga, Cario Malatesta, Luigi de Marsili, Francesco Landini, Guido da Polenta, Filippo Villani. Coluccio escribe a Francia para proporcionarse un Homero; a España para seguir las huellas de Plutarco; a alemania para reclamar las Décadas de Tito Livio; a Milán para recuperar a Varrón; a Mantua para descubrir a Ennio, etc.
El Epistolario no sólo ofrece un rasgo característico de la figura de Salutati como hombre de estudio, sino que nos revela además el temple de un escritor, que si bien no aventaja a Petrarca, al cual está ligado por temperamento y por aspiraciones, se le acerca ciertamente por la humanidad y vivacidad de estilo. El conocimiento y la fundamentación metodológica que muestra ante los estudios de los textos clásicos, permiten también considerar a Coluccio Salutati como el primer filólogo, en el sentido moderno de la palabra; como el iniciador de la crítica de los textos (recogida de manuscritos, catalogación, variantes, etc.). Hay que admirar además, en estas cartas, el ardor con que sigue las huellas de los códices más vetustos, o por ser más gratos a su ojo experto de conocedor, o por ser los más autorizados.
G. Martinelli