[Egotism in Germán Philosophy]. Obra del filósofo español nacionalizado en los Estados Unidos publicada en 1916. El autor quiere presentamos el carácter general de la filosofía alemana, que consiste, según su criterio, en el «egotismo», o sea, en la tendencia a buscar en el yo la significación del mundo. Esta tendencia es religiosa, pero no con esa fe que se funda en la autoridad externa, sino en una fe en el propio destino, en la propia voluntad, en la propia fuerza vital; es típicamente romántica, rebelde, aventurera y exaltada; es idealista, pero no en el sentido platónico; ama sobre todo lo que es imperfecto, inestable, inalcanzable. Podemos ya encontrar vestigios de la futura filosofía alemana en el protestantismo que es, según el autor, la religión de lo anti sobrenatural, de la vida mundana exaltada a la categoría de deber; y encierra el concepto de una fe primitiva no fundamentada sobre ninguna autoridad, sino solamente en la propia conciencia.
Del modo característico de la filosofía alemana, el método trascendental, que el autor define como «método de buscar la realidad en el propio pecho», se encuentran ya indicios en las mónadas de Leibnitz, encerradas en sí mismas pero no obstante conteniendo implícitamente todo el universo. Más explícito se hace el método en Kant el cual, incluso en la moral, para poner de acuerdo sus creencias morales con sus conclusiones teóricas se vio obligado a reducirlas a postulados de razón, volviendo a caer en el egotismo. Aparte del imperativo categórico, en cuanto repudia como indigna de una voluntad virtuosa toda consideración de felicidad, contiene en sí el principio de un despiadado fanatismo.
Una forma de egotismo instintivo reconoce el autor en Goethe: éste no sentía simpatía por las cosas, sino tan sólo en cuanto éstas constituían experiencias a través de las cuales su yo progresaba y se enriquecía. Pero el egotista perfecto es Fichte, que coloca al yo trascendental como fundamento del universo, y ve la naturaleza solamente como una ficción que el yo produce para actuar en ella su esencia de actividad libre e infinita. Fichte es también el más típico representante de aquel pangermanismo que tiene tanta importancia en la cultura alemana, puesto que el yo trascendental de Fichte se confundía con el pueblo germánico. El mismo Hegel ve en el hecho histórico no aquello que es, sino el «concepto» que él elabora, su sistema es, en realidad, típicamente egotista.
La filosofía egotista alemana concluye en la demencia de Nietzsche que, incapaz de satisfacer su irrefrenable afán de vivir, transforma la pesimista voluntad de Schopenhauer en voluntad de potencia que destruye todo valor, y crea el mito del superhombre que queda más allá del bien y del mal. Pero el superhombre nietzscheano no es más que la protesta del que ama la vida en su animalidad más desenfrenada y sufre porque no puede gozarla como tal: es una especie de superhombre fisiológico, cuya aparición no despertaría más que horror. Aparecen así en la filosofía germánica los gérmenes de un «paganismo», de una religión de la vida como tal, que no ve fines ideales más allá de ésta, ni aspira a esa armonía que solamente puede llegar a conseguir el arte.
G. Cantoni