Colección de biografías empezada a publicar en 1929. Su tema exclusivo son los hombres de letras, como lo atestigua la enumeración de los biografiados: Baudelaire, Barbey d’Aurevilly, Villiers de l’Isle-Adam, Gérard de Nerval, John Ruskin, Aloysius Bertrand, Lautréamont, Remy de Gourmt, Natalia Clifford, Jean de Gourmont, Gabriele d’Annunzio, Colette-Willy, Mas Orlan, Ilia Ehremburg. El autor no acaba de resignarse a la transcripción de los sucesos, y se lanza a la interpretación, al dibujo y al resumen poetizado. Por lo cual, junto al acumulamiento de datos y la polifonía de anécdotas, se encuentran abundantes referencias al «yo» del escritor, intuiciones suyas que fuerzan la estructura biográfica, y nos revelan al creador, al preciosista, al exagerado que hay en Gómez de la Serna. En el aspecto específicamente biográfico, es de notar que, al escogerse vidas tan semejantes y relacionadas, en lugar de personajes, es un ambiente y una época lo que se reconstruye.
Tal sucede con las figuras de Baudelaire, Barbey, Villiers, y Nerval; sus existencias románticas y desproporcionadas, sus similares circunstancias familiares y emocionales (ausencia de dirección paterna, soltería, renta segura pero reducida, decepción del ideal femenino, inclinación al lujo y la relación social, vacío religioso con crisis de «misticismo», desequilibrio mental), producen tras la lectura una impresión común. A lo cual contribuye la falta de una real atención a los procesos internos, con prejuicio de la anécdota, y la divagación «a posteriori». Gómez de la Serna nos da de las personalidades desquiciadas de los artistas, una íntima perspectiva entusiasta, y un arabesco. Pero se echa de menos la crítica y la medida. La crítica para una sociedad y unos caracteres que hacen coexistir la desesperación con el cotilleo literario, la coquetería de los genios, con el arte y su sobrevaloración.
En las páginas de estas biografías se encuentra no poco lugar común, ni poca irresponsabilidad, ensalzados por pertenecer a un artista valioso. Adolece también la obra en cuanto biográfica de la vacilación en el enfoque: junto a la abundante y periodística recopilación de datos y anécdotas, se encuentra la interesante divagación del autor que culmina en puntos tales como: la poética apología del suicidio, en ocasión del de Nerval; la presentación del mundo de Ruskin, y su historia entera que es concebida en forma muy personal (meditaciones acerca de Giotto, diálogo dramático en la cámara mortuoria de Rosita, puesto a disposición de lo históricosentimental). Todo ello porque Gómez de la Serna es ante todo poeta, creador. Para concluir, el valor del libro reside en la esparcida ideología y expresión, características del autor; en las noticias y datos en inestable unión con lo demás, y quizá también en el título («Efigies»), que difumina el contenido del libro en una doble vertiente objetivo subjetiva. Desde esta última, los personajes son perfilados como seres extraordinarios e independientes. Nacidos ya con la deformidad del genio, su destino es vivir en función de la letra impresa, en continua pugna con el ritmo social.
R. Jordana