[Dialogo della música antica et della moderna]. Obra teórica del padre de Galileo, publicada en Florencia en 1581-82; es la primera manifestación importante que nos ha llegado de la «Camerata florentina», cenáculo de músicos y literatos de Florencia que se reunía en la casa del conde Giovanni Bardi (al que se dedica el Diálogo) donde más tarde había de nacer el nuevo estilo monódico-recitativo que tuvo su principal manifestación en el florecimiento melodramático del siglo XVII.
El Diálogo no aparece dividido en partes; como dice el título, constituye un coloquio imaginario entre el maestro y el discípulo, personificado el uno en el propio conde Bardi, y el otro en Pietro Strozzi (músico de la «Camerata»): forma de ascendiente platónico que alcanzó cierta boga también en la teoría musical del siglo XVI. El fin principal de la obra es la demostración de la superioridad de la música antigua monódica sobre la moderna polifónica, a la que Galilei pretende llegar a través de amplias disquisiciones teóricas, comenzando por las acústicas, en las cuales refuta ciertas opiniones expuestas en las Instituciones de Zarlino del cual, no obstante, se declara discípulo), y pasando sucesivamente a tratar diversos asuntos de teoría musical de aquel tiempo, sin atenerse, sin embargo, a una disposición orgánica, antes bien, presentando con frecuencia una forma confusa y tendenciosa. a tesis de Galilei aparece después notoriamente viciada en el implícito paralelo establecido entre la monodia del «estilo recitativo», por entonces naciente, y la esencialmente diversa de la antigua Grecia, que por otra parte no se conocía sino de nombre. (En este Diálogo, Galilei reproduce, por vez primera, importantes documentos musicales griegos, como los «Himnos a la Musa», «al Sol», «a Némesis»-, actualmente atribuidos a Mesomedes de Creta siglo II d. de C., así como las tablas de notación del escritor griego Alipio.)
Finalmente, la consideración de una forma particular de técnica musical como la única verdaderamente legítima no tendría para nosotros ningún valor estético, si no tuviésemos presente, ante todo, que el arte polifónico, en los tiempos en que escribía Galilei, mostraba ya signos de decadencia, especialmente en el estilo madrigalesco, en el que abundaban los formalismos contrapuntísticos y tendencias figurativas (unos y otras censurados con bastante agudeza en varios pasajes del Diálogo); asimismo, que Galilei, educado ya en la tradición del contrapunto, y experto contrapuntista a su vez, sentía entonces profundamente las tendencias del nuevo estilo, al que dedicó también algunos de sus más importantes ensayos (composiciones monódicas sobre el canto del Conde Ugolino, de Dante, y sobre las Lamentaciones de Jeremías), que en su mayor parte se han perdió.
Por otra parte, la polémica contra el polifonismo era, en el fondo, un pretexto para reivindicar la exigencia de la unidad íntima que debe informar música y palabra, pues con demasiada frecuencia se había dispersado en notaciones de detalle. Este ideal, nada nuevo, presenta en Galilei su más completa y sentida manifestación, pese a que lo expresa en un sentido un poco exageradamente realista, empleando una frase bastante común en la teoría musical de entonces: que la música debía ser una «imitación de las ideas encerradas por las palabras». El Diálogo fue objeto de reimpresión postuma en 1602. La Academia de Italia llevó a cabo una reproducción en facsímil (1934).
F. Fano