[De institutione música]. Tratado en cinco libros. Más que pensamientos originales, la obra contiene una adaptación de teorías de la antigüedad griega, filtradas desde tiempo a través del simbolismo de los neopitagóricos — particularmente de Nicómaco de Gerasa —, en el cual la idealización del número, base de la doctrina de Pitágoras, se desarrollaba con interpretaciones sutiles e ingeniosas, que Boecio, sin embargo, sólo sigue con discreción. La música, pues, la considera como una parte de las matemáticas, distinta de las demás en cuanto está relacionada no sólo con la ciencia de la verdad, sino también con la moral; y la esencia de la doctrina musical no consiste en el gusto por las bellas melodías, sino en el conocimiento de las relaciones entre los sonidos [«Sic non sufficit cantilenis musicis delectari, nisi etiam quali ínter se coniunctae sint voces proportione discatur»].
De ahí la considerable importancia que atribuye a la medida de los intervalos musicales sobre el monocordio. Otra teoría fundamental que Boecio recoge de la antigüedad griega es la del «ethos», por el que se atribuye a cada escala musical y a cada ritmo un determinado poder de sugestión moral. Más filósofo y teórico que músico, Boecio dio en esta obra una especie de suma del saber musical de su tiempo; suma en la que no faltan, en verdad, omisiones, ya que se echan de menos, por ejemplo, los elementos místicos que los primitivos escritores cristianos habían como injertado en el pitagorismo; ni tampoco errores y falsas interpretaciones, como la relativa a los nombres de las antiguas escalas griegas, que fue durante muchos siglos origen de grave confusión, aun hoy no del todo desaparecida.
Mas para los principios fundamentales, o sea, para el esquema pitagórico y racionalista (de un racionalismo naturalmente abstracto y doctrinario) de la teoría musical y para el planteamiento y divisiones de la didáctica musical, la obra de Boecio constituyó el obligado trámite entre la antigüedad clásica y la Edad Media; en realidad, la gran mayoría de teorizadores de la música (con la sola notable excepción de Guido de Arezzo) hasta Zar lino (v. Instituciones armónicas) y más acá, se basan sobre sus esquemas, naturalmente cada vez más ampliados y más imbuidos de los principios nuevos dictados por el desarrollo práctico del arte musical.
Y en aquella tradición también penetran algunas ideas originales de Boecio, principalmente la distinción de la música en tres ramas: música astral (armonía del cosmos que regula los movimientos de los astros, etc.), humana (la inherente al hombre, que sin embargo no es música, en el sentido que le damos nosotros, sino la armonía entre cuerpo y alma), e instrumental (que es finalmente la música propiamente dicha, pero sólo la se obtiene de los instrumentos). Las teorías posteriores ampliaron después el sentido de la palabra «instrumental», comprendiendo también en ella la música vocal, inexplicablemente excluida del sistema boeciano, a pesar de ser en su tiempo la única artísticamente viva: lo que prueba la tendencia abstracta de su teoría musical.
F. Fano