O Diálogos del humanista e historiador sevillano Pero Mexía (hacia 1500-1551), «multa eruditione vir», como dijo de él el Brócense. Escritos durante los insomnios de las largas noches del invierno de 1546 a 1547, según confiesa en la dedicatoria del libro, los Coloquios se publicaron en Sevilla en 1547. Posteriormente se han reeditado numerosas veces — se han registrado quince ediciones entre los siglos XVI y XVIII — y traducido a diversos idiomas. La obra, que se inicia con un epigrama latino de Gaspar Lobo y una dedicatoria a don Perafán de Ribera, Marqués de Tarifa, consta de siete diálogos, algunos de los cuales vienen desglosados en dos partes, a los que se unió posteriormente la «Parenesis de Isócrates», traducción castellana del primer discurso de Isócrates a través de la latina de Rodolfo Agrícola. La crítica ha clasificado estos coloquios en dos grupos: unos, son meras vulgarizaciones científicas; otros, sin menoscabo de su aspecto científico, desarrollan una temática mucho más cercana a las costumbres y problemas del momento. Dentro del primer grupo, se citan el «Coloquio del Sol», en el que se demuestra que el sol es mayor que la tierra, y ésta que la luna, cómo, aun siendo redonda la tierra, sus habitantes no se precipitan en el vacío, etc.; el «Diálogo de la Tierra», sobre «el sitio y postura» de los elementos que la forman; y, por último, el «Diálogo Natural», en el que Mexía intenta explicar los fenómenos atmosféricos (nubes, lluvias, rayos, etc.), los temblores de tierra y los cometas.
Dentro del segundo grupo, las dos partes del diálogo de los médicos, en el que dos interlocutores zahieren y alaban respectivamente a los médicos y al arte médica, hasta que un Maestro Velázquez pone fin a las discusiones; los dos coloquios del convite (el segundo de los cuales está dividido en dos partes), en los que unos caballeros conciertan un banquete, al que invitan al Maestro Velázquez, y se discute si los convites son — o no — lícitos, si es más saludable comer de un solo manjar o de muchos, etc.; las dos partes del «Coloquio del Porfiado», en el que se introduce «un hombre, docto porfiado y enemigo de ajeno parescer, llamado el Bachiller Narváez, con tres caballeros, en casa de uno dellos, [en donde] se tratan y porfían algunas cosas por nueva y apacible manera, contra lo que por común opinión se tiene y platica» y termina con un elogio del asno, que deriva evidentemente de Luciano y Apuleyo. Los nombres de los personajes que intervienen en los diferentes diálogos encubren a verdaderos amigos del autor y los escenarios en los que se desarrolla el cursus de la discusión no son solamente los «amenos prados» de la tradición, sino tertulias de conciudadanos o la misma Catedral de Sevilla. Los Coloquios derivan, tanto en su dimensión formal como temática, del mundo clásico (Satumalia, de Macrobio, Meteorología, de Aristóteles, etc.).