Obras de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), compuestas parte en París y parte en Italia entre los años 1265-1273; en ellas se encuentran las sugestiones dadas por el doctor Angélico para hacer aceptable el pensamiento aristotélico en el mundo cristiano. El mérito principal de Santo Tomás consistió en penetrar en el alma de las grandes concepciones platónico-aristotélicas corroborándolas con la aportación del pensamiento cristiano. Desarrolló ideas, corrigió errores, llenó lagunas; consiguió construir un sistema orgánico, imposible de obtener sin el pensamiento platónico-aristotélico. El Comentario tomista no se extiende a todas las obras de Aristóteles; comprende, sin embargo, las más importantes. Entre las obras de lógica que componen el Organon (v.) aristotélico, comenta los dos libros De Interpretatione, y los dos de Analytica posteriora, en los que se tratan las cuestiones referentes a dos operaciones de la mente, esto es, la afirmación o negación y el razonamiento o deducción, o sea, el juicio y el silogismo. Entre las obras de física, Santo Tomás comentó la principal, De Physico auditu, donde comenta las cuestiones promovidas por los antiguos naturalistas en torno a los principios originarios de todos los cuerpos, y los propuestos por Parménides acerca de la concepción total del mundo; Aristóteles les oponía sus doctrinas filosóficas de la materia y de la forma, de las cuatro causas, del espacio, del lugar, del movimiento y del tiempo, refutando los argumentos aducidos por Zenón contra la posibilidad del devenir, y los de Parménides contra la multiplicidad de los seres; finalmente, por medio del principio de causalidad demostraba la existencia de un primer motor inmóvil, aunque atribuyendo al movimiento, al tiempo y por lo tanto al mundo, una existencia necesariamente eterna.
Santo Tomás, en cuanto a este último punto, relacionado con el problema de la creación, establecía que se trataba de dos cuestiones distintas: la de la creación y la de la creación «ab aeterno» o «in tempore»; todo lo que no era Dios había de ser creado, y creado libremente por Dios; necesidad, pues, de la creación en cuanto a dependencia total de toda cosa que eventualmente existe además de Dios; pero ninguna necesidad para Dios de crear; y además ninguna necesidad por parte de Dios de una creación «ab aeterno», y ninguna imposibilidad de creación «in tempore»; sólo por la revelación se sabe que efectivamente, el mundo ha tenido un comienzo. Santo Tomás comentó también los cuatro libros De cáelo et mundo (v. Del cielo) donde están expuestas las doctrinas cosmológicas de Aristóteles acerca del universo, su perfección, finitud, unidad, origen, mutabilidad; en cuanto a los cielos y a su eternidad e incorruptibilidad, al número de las esferas celestes, y de las estrellas, a su forma y movimiento; acerca de la inmovilidad de la tierra, forma y lugar que ocupa en el universo; respecto a los cuerpos terrestres y a su distinción en simples y compuestos, y a su movimiento natural de gravedad. Santo Tomás adopta generalmente doctrinas aristotélicas, pero haciendo observar que no se trata de verdades absolutas y definitivas, sino de opiniones sujetas a cambios y perfeccionamientos según observaciones ulteriores. Comentó también los dos libros De la generación y corrupción (v.), en los cuales Aristóteles disputa con Demócrito y Empédocles y demuestra las posibilidades de las mutaciones substanciales ya en el mundo inorgánico ya en el mundo de la vida; y los cuatro libros en torno a los Meteoros, donde trata de la Vía Láctea, de los cometas, de la lluvia, de las fuentes, de los ríos, de los mares, de los vientos, de los terremotos, de los huracanes, de los rayos, del arco iris, de las minas, de la licuefacción, de la combustión y de la congelación.
De las obras psicológicas, Santo Tomás comentó los tres libros Del alma (v.), en los cuales Aristóteles, polemizando con Demócrito y Platón, trata de la naturaleza del alma humana y después de sus varias facultades, exponiendo la doctrina del intelecto agente, que fue interpretada de manera tan diversa por sus comentadores, especialmente árabes, Avicena y Averroes, hasta inducir a muchos a creer que Aristóteles era negador de la espiritualidad y de la inmortalidad del alma, opinión refutada por la interpretación tomista. También son de carácter psicológico los comentarios al libro De sensu et sensato, donde Aristóteles trata de los cinco sentidos externos, y al De memoria et reminiscentia, donde trata de esta facultad del alma. El más importante de todos los comentarios tomistas es, sin embargo, el referente a los primeros doce libros de la Metafísica (v.) aristotélica; en ellos el Esta- girita, después de haber referido y criticado las teorías de los que le habían precedido acerca de la naturaleza de las cosas y de los principios de la realidad, expone sus propias doctrinas respecto a la substancia en general, a las causas, a los principios universales del ente, al principio de contradicción y al criterio de la verdad; acerca de la distinción de la sustancia; de los accidentes; y por tanto de las diez categorías del ser, en torno a la naturaleza de la materia y al origen de las formas, a los universales y a su correspondiente realidad; a las mutuas relaciones entre acto y potencia; y especialmente acerca de las substancias espirituales, incorruptibles y eternas, entre las cuales sobresale, única y perfectísima, la sustancia divina, primera causa de todo lo que es y sucede en el Universo. En fin, Santo Tomás comenta también algunas obras morales de Aristóteles: la Ética a Nicómaco (v.), en la cual se trata del fin de la vida humana, de la felicidad y de la virtud, y en qué consisten verdaderamente una y otra; y luego de las varias virtudes: la fortaleza, la templanza, la liberalidad, el pudor, la justicia, la prudencia, la continencia, la amistad, la benevolencia, el amor; y la Política, en la cual se trata del origen natural de la sociedad civil y, se hace crítica de las varias formas históricas de gobierno. Por la gran semejanza de hábitos mentales que tuvo Santo Tomás con Aristóteles, se puede afirmar que se ha aproximado más que otro cualquier comentador al pensamiento genuino del Estagirita.
C. Giacon