[Aglaophamus sive de theologiae mysticae Graecorum causis]. Tratado del filólogo alemán Christian August Lobeck (1781-1860), publicado en 1829. Dividido en tres libros reunidos bajo el título de «Aglaophamus», el personaje que, según la leyenda, inició a Pitágoras en el conocimiento de los misterios órficos. Este tratado discute y comenta numerosos documentos que han llegado hasta nosotros acerca de los «misterios» de la religión griega (órficos, eleusinos, etc.). El primer volumen aclara todo cuanto nos ha sido trasmitido por los escritores griegos y latinos acerca de los misterios aleusinos, mostrando claramente que si los famosos «misterios» fueron mantenidos secretos durante tantos siglos, fue debido a que no había posibilidad de propagarlos. Pues, en efecto, no consisten en enseñanzas y doctrinas comunicables por palabras, sino en acciones dramáticas, pantominas religiosas, acompañadas de cantos, que representaban más o menos simbólicamente la sagrada historia de Coré (Perséfone) y Deméter, y su reunión. Los iniciados, espectadores y adoradores de las dos diosas de Eleusis, podían esperar la riqueza en vida, y mejor destino después de la muerte.
El segundo libro, que es también el más difuso y abundante en temas y citas, se refiere propiamente a todo lo que nos ha sido trasmitido acerca de los misterios órficos, en relación con el culto de Zagreo y Dionisos, de Deméter y Perséfone. En el tercer libro, por su parte, se recogen todos los indicios y recuerdos de las manifestaciones religiosas que aparecieron en Samotracia y Lemnos, para difundirse después por toda Grecia, por Fenicia y por Egipto. Eran celebradas por sacerdotes llamados «Cabires» y por los «Curetes» (sacerdotes de Júpiter en Creta), por los «Coribantes» (sacerdotes de Cibeles), etc., con fiestas orgiásticas y danzas pírricas. La obra, además de tener gran importancia filosófica por su recopilación de los diversos documentos, es también notable por el agudo sentido crítico que Lobeck muestra en la interpretación y en la revelación de los documentos; sigue figurando todavía entre las más preciadas en esta esfera de estudios, y señala una reacción contra la mitografía simbolista sostenida por Creuzer. Sólo tiene el defecto de estar dictada por un espíritu crítico exclusivamente racionalista.
G. Martinelli