[Ad Demetrianum]. Opúsculo en que San Cipriano, obispo de Cartago, martirizado en 258, replica vigorosamente y refuta las injurias y calumnias lanzadas contra el Cristianismo por Demetriano, probablemente un magistrado, a quien conocemos poco. La acusación principal de éste es que los cristianos, ofendiendo a los dioses, a los cuales rehúsan el culto tradicional, provocan las diversas calamidades que afligen al mundo: semejante acusación tiene la misma seriedad que inculpar al Cristianismo de causar la vejez y la consiguiente decadencia física en los hombres o en los árboles: el mundo está viejo, decadente, próximo a su fin; son causa de ello los paganos incrédulos, idólatras y corrompidos; lo demuestra el espectáculo de Cartago castigado por la peste, y donde hacen estragos el vicio y la brutalidad humana. Por esto Dios castiga a los paganos y los aflije, como el amo castiga a un esclavo rebelde. La tendencia pagana a percibir en el Cristianismo un factor ruinoso de disgregación y decadencia fue combatida ya por Tertuliano, sobre todo en el Apologético (v.); Cipriano es el primero que ha tratado, sistemáticamente, la cuestión y que la ha confutado analíticamente; este motivo, vuelto a tratar por Lactancio en las Instituciones divinas (v.) y en Muertes de los perseguidores (v.), será fundamental en la Ciudad de Dios (v.) de San Agustín, obra maestra de la literatura apologética cristiana.
Vanas e impotentes son las divinidades paganas; vanos e impotentes los paganos en su rabiosa persecución o en las refinadas torturas impuestas a los cristianos; la persecución ilegal, con que se declara a los cristianos fuera de la ley y se adoptan procedimientos arbitrarios, es la expresión real de la impotencia y la incapacidad para combatir la doctrina cristiana en el campo espiritual, tema éste ya enunciado vigorosamente en el Apologético de Tertuliano. Estos dos motivos esenciales se acompañan de una invectiva inicial, violentísima, contra Demetriano, calumniador del Cristianismo, y de una exhortación final dirigida a los paganos, a que abandonen las tinieblas de la idolatría por la espléndida luz de la verdadera religión. A Demetriano es una apología cristiana escrita a fines de 251 o principios de 252, que toma la forma de un verdadero panfleto, donde hay invectivas y exhortaciones, rico en personalidad y de una violencia insólita en un escritor por lo general moderado y pacífico. Sus ideas fundamentales son de Tertuliano, reelaboradas y desarrolladas para su aplicación práctica característica de la obra de San Cipriano, con sencillez y claridad de pensamientos, y vigor y elegancia de expresión. La fortuna de San Cipriano como escritor y como ordenador de la disciplina eclesiástica es grande, aunque a veces, acude copiosamente a Tertuliano, se limita a divulgar las ideas de este genial autor. Hasta que vino San Agustín, su obra dominó indiscutida; después, aunque perdió influencia, Cipriano tuvo notable autoridad en el mundo cristiano occidental, y durante toda la Edad Media fue uno de los Padres de la Iglesia que suscitaron mayor interés.
E. Passini