Escritor fecundo de poesías, novelas, dramas, comedias y libelos políticos, Alejandro Sutsos (1803-1863) revela en estas cuatro sátiras, de quinientos versos, un agresivo ingenio satírico, que deduce los temas y saca sus asuntos de la propia virulencia de la vida social y nacional de la Grecia de aquellos tiempos. Compuestas y publicadas en 1827, azotan con su sarcasmo a todo el mundo bajo y sin ideales puesto en auge por la guerra de liberación: los notables vanagloriosos y advenedizos, el clero intrigante y corrompido, los politicastros vacuos y ávidos; nadie se salva del látigo de Sutsos.
El poeta ve sobre todo cómo triunfa la intriga y la corrupción: «Dos griegos, cien ideas; pero de éstas ninguna llega a realizarse. Cada uno quiere situarse a la cabeza, y si la nación va hacia la ruina no les importa un higo». En otra ocasión ridiculiza la xenofilia: «Nadie quiere ser tenido por griego. Uno es francés, otro moscovita y aquel otro inglés». Se ha constituido una oligarquía de gente sin valor, el triunfo del partidismo y de la incompetencia. «El comerciante fracasado se convierte en tesorero por decreto; el jefe de bandidos, en administrador; el maestro de escuela, en mariscal; el más violento de los ciudadanos en delegado de la seguridad pública». Pero con frecuencia la sátira desciende de su elevación moral y llega hasta la caricatura y la habladuría. Obsérvese que el poeta está en la oposición por temperamento. Y, efectivamente, aquí se desata contra el marasmo de la anarquía, allí arremete contra la política centralista y autoritaria del conde de Capodistria, primer gobernador de Grecia, y seguidamente expresa con violencia su desprecio contra los bávaros y el propio rey Otón, todo lo cual le trajo, como era de prever, arrestos, destierros y persecuciones.
Cultivador de la lengua pura, de la que fue considerado padre y maestro, Sutsos ejerció una notable influencia sobre la literatura neohelénica, aunque más nociva que beneficiosa por la superabundancia de retórica y de prosaísmo y por la monótona imperfección de sus versificaciones.
C. Brighenti