[Satyres]. Importante documento de los comienzos del siglo XVII francés son las Sátiras de Mathurin Régnier (1573 – 1613), -originariamente publicadas en 1608 y en sucesivas ediciones aumentadas y corregidas hasta 1613. Una vena abundante y alegre, pero violenta en sus propósitos morales, guía estas composiciones: de su propio tío, el célebre poeta Philippe Desportes, aprendió la sinceridad, y por esta razón se ha encontrado en oposición con los poetas refinados y sutiles como Racan, al que ataca en diversos momentos con la jocundidad de un hombre sencillo y rudo. También la poesía es útil a la patria; su/oficio consiste en luchar por la verdad y no ceder ante las modas pasajeras: así el poeta, al rendir homenaje a Enrique IV, hacia 1602, incita al rey a la prudencia, pero también a la firme conciencia de su misión (sát. I). Las costumbres ofrecen de por sí materia de solaz y de observaciones: muchos personajes fatuos, vanos y engañosos, pierden el tiempo y lo hacen perder a los demás. El objeto del poeta es impedir que los males se extiendan. No es siquiera necesario que exhiba recetas morales. Le basta ser pintor fiel de la sociedad, como afirma en muchas sátiras, y especialmente en la III, dedicada a la vida de la corte; en la IV, que trata de los literatos, y en la VI, sobre el honor.
Algunas sátiras parecen brillantes composiciones sobre la vida de aquel tiempo, pero también manifiestan una separación sustancial entre la fatuidad de la vida social y la sincera moralidad del poeta, que observa y juzga; por ejemplo, en la VII, sobre el amor; en la XIV, sobre la locura general, y en la XVI y última, sobre el no tener temor ni esperanza. Caracteriza de modo inconfundible la musa de Régnier ese tono amplio y pintoresco con que afronta una situación y la transforma en la vivacidad de una pintura; una decisiva virtud de narrador cómico, no ajeno a la dramática de los contrastes descriptivos, constituye la compañera de algunas sátiras, como la del crítico exagerado (IX), la del festín ridículo (X), rayano en una pintura que recuerda el ejemplo de Villon y de Rabelais, por un ingenio totalmente «galo». Una robusta sátira es la XII, con «Macette, o la hipocresía desconcertada» [«Macette ou l’ypocrisie déconcertée»], que puede considerarse una obra maestra de ambiente molieresco; se trata de una vieja que después de entregarse a amores y aventuras cae en santurronerías para salvar el alma. Mientras denuncia las mutaciones de una sociedad que tiende a ser pulida y españolesca en las maneras, Régnier añora la vieja sinceridad del pueblo francés, pronto a dar satisfacción si se equivoca, pero sin fingimientos ni adulaciones. Por este carácter de continua amonestación, las Sátiras de Régnier poseen una unidad que las alejan de los acontecimientos contemporáneos en una propia espiritualidad de poesía, porque son verdaderamente la representación de un mundo que el artista deprecaba movido por el deseo de una humanidad mejor.
C. Cordié
El poeta francés que, a juicio de todos, conoció mejor, antes de Moliere, las costumbres y el carácter de los hombres. (Boileau)
Su obra maestra son las Sátiras, en las que descarta la abstracción y el razonamiento: son pura y simplemente imágenes de la vida, que aparece descompuesta y fijada en su movimiento. (Lanson)