Forma métrica (singular «rubái», en árabe; «cuartetas») extraña a la poesía árabe clásica, y usada sobre todo en la persa, con el esquema A-A-B-A. Se encuentran cuartetas designadas con el vocablo árabe «rubáiyat» desde los comienzos de la lírica persa, en el siglo X; las vemos después atribuidas a muchísimos poetas, y aun a hombres de ciencia, como Avicena; entre los más insignes recordamos los poetas místicos Abu Said de Mehne (968-1049) y su contemporáneo Baba Tahir de Hamadán.
Pero, Rubáiyat por antonomasia son las atribuidas a Ornar Khayám (m. 1123), personalidad históricamente cierta pero espiritualmente mal conocida. Los datos biográficos más antiguos hablan de él sólo como hombre de ciencia, matemático y filósofo; el patrimonio literario que lleva su nombre, riquísimo (se trata de un buen millar de cuartetas), es ciertamente en gran parte de falsa autenticidad; y los filólogos se han afanado por aislar un fondo genuino de ellas. Ni los criterios externos de cronología, métrica y lengua, ni los internos del examen estético conducen a resultados definitivos. El «corpus» de cuartetas atribuidas a Khayám (pero a menudo también a otros) alterna y confunde dos imágenes: la del escéptico y la del místico; la nota de epicureismo que imprime su sello a gran parte de esta poesía es en rigor conciliable con ambas interpretaciones, las cuales, en cambio, tomadas aisladamente, parecen antitéticas, y el problema histórico de Ornar Khayám es con toda probabilidad de los destinados a permanecer sin solución.
Queda el material poético, de irresistible hechizo, las concisas y tajantes sentencias sobre la brevedad de la vida y el destino humanos rodeados de misterio, los deslumbradores cuadros de naturaleza, las ardientes efusiones de amor (éstas, por lo general, deben interpretarse en sentido místico), y el horaciano «sapias, vina liques» pronunciado entre el suave perfume de las rosas de Persia.
F. Gabrielli
* Un alma exquisita de artista, Edward Fitz-Gerald (1809-1883), que se puso con paciencia de erudito en contacto con este mágico mundo poético, quedó encantado por él; y lo tradujo en parte, y más a menudo lo imitó en inglés. La primera edición, de 1859, consta de 75 cuartetas en yámbicos rimados A-A-B-A, y pasó inadvertida, hasta que Dante Gabriel Rossetti la descubrió y la dio a conocer. La edición definitiva de 1879 consta de 101 cuartetas. En Fitz- Gerald pareció advertirse la inquietud del cristiano en crisis de agnosticismo: llega hasta la invectiva blasfema que no se halla en Ornar: «¡Oh tú que hiciste al hombre con arcilla vil y que al mismo tiempo que el Edén concebiste la Serpiente, por todos los pecados por los que el rostro del hombre es afeado, concede el perdón y sé perdonado!» Blasfemia que en cierto sentido resume conmovedoramente la duda metafísica y el temor que atormentan a no pocos poetas y pensadores de aquella época en toda Europa. Pero la personalidad de Fitz- Gerald escapa a una clasificación precisa, porque él fue eminentemente un solitario, un refinado cultivador de la perfección estilística. La enorme fortuna, especialmente en el mundo anglosajón, de esta refundición no disminuye la frescura de los originales. [Trad. española de José Gibert (Barcelona, 1953)].
+L. Krasnik
La obra de Fitz-Gerald es demasiado bella para ser una buena traducción. Es cosa personal y creadora como la que más… Desde un punto de vista técnico, como literatura, es una de las obras más notables de aquella época poética, tanto como la de Swinburne y mucho más perfecta que ésta. (Chesterton)
Lírico a la manera del Cantar de Salomón y ponderado como sus proverbios, Ornar Khayám, por medio de Fitz-Gerald, parece un admirable poeta. (A. Gide)