En la segunda mitad del siglo XVI el Eufuísmo representa en Inglaterra, poco más o menos, lo que en los primeros años del siglo siguiente fueron el Culteranismo (v.) en España y el Marinismo (v.) en Italia. Como éstos, el Eufuismo es uno de esos movimientos iniciados sin conciencia precisa de los nuevos motivos que estaban afirmándose; admitidos pronto, merced a sus formas exteriores, como una moda agradable; y destinados a dejar tras de sí ciertos elementos duraderos cuyas manifestaciones iniciales habían tenido más de preludio que de programa.
El nombre de este movimiento deriva de una célebre novela: Eufues, o la Anatomía del Espíritu (v.) (1578). El autor, John Lyly (1554?-1606), usó en la obra un lenguaje raro, lleno de paralelismos y antítesis continuas, de fantásticas similitudes entre el mundo del espíritu y el de la naturaleza, de evocaciones clásicas y mitológicas, de palabras tomadas a la terminología latina y a los dialectos. Desde e] punto de vista histórico ese estilo puede considerarse una copia, un tanto trasnochada, del viejo “cursus” y de los esquemas retóricos tomados por el Medievo a la latinidad. En Inglaterra se halla el mismo estilo en la versión que de las Crónicas de Froissart hizo Berners (1524) y en el Palace of pleasure de George Pettie (1576). Igual modo de escribir aparece en España en el Libro áureo de Marco Aurelio (después ampliado en Relox de Principes en 1529), obra a la que durante algún tiempo se quiso hacer remontar el Eufuismo. Una expresión tan colorida y abigarrada se adaptaba, más aún que a la literatura, al teatro. En rigor, Lyly la usó después en sus comedias, en las que la vivacidad de tal lenguaje, uniéndose a sutileza del diálogo, había de suplir la pobreza de la acción.
Tampoco pueden, a este propósito, olvidarse ciertas derivaciones de Boccaccio y de determinadas obras italianas compuestas en forma dialogada, como el Cortesano y la Civile Conversazione de Guazzo.
Como otros movimientos afines, el Eufuísmo parece haber nacido de la necesidad renacentista, más o menos ampliamente notada, de enlazar y fundir la experiencia clásica del Humanismo (v.) con la medieval, culminada en Inglaterra con el naturalismo místico de los franciscanos. Así como el Marinismo se remontaba directamente a Petrarca y, a través de él, al “Stil novo” (v.), infiltrando en la rica tradición clásica y en el espléndido escenario de las fantasías paganas el sentido secreto de lo indefinido y universal, así el Eufuismo representó un soterrado retorno al agustinismo científico de los franciscanos de Oxford, de Roger Bacon, de Escoto, de Occam; y tendió, pues, a acercar al hombre del Humanismo a aquella naturaleza viviente, rica en secretas virtudes y secretos espíritus, que fue místicamente sentida por la escolástica nórdica. Mas, de acuerdo con un espíritu renacentista y ya barroco, esa unión es a la vez plenamente visual y plenamente intelectiva. De aquí surgen continuos paralelismos entre el espíritu y el mundo de los animales, las plantas y hasta las piedras. Paralelismo tal, que si por un lado suscita obscuras vibraciones y ecos con su juego de afinidades, por otro hace surgir un vivo desfile de imágenes en que lo humano se entremezcla con lo inanimado. El propio Shakespeare, que parodia el Eufuismo en Trabajos de amor perdidos (v.) y en Enrique IV (v.), hubo de valerse de los hallazgos de Lyly, usando no pocas veces de un lenguaje eufuista en las situaciones más diversas y poniéndolo en boca de personajes singulares, como Mercuzio, trágicos, como Lear, o patéticos, como Julieta. De este modo supo expresar el mundo, complejo y dramático, que se agitaba en la mente y la sensibilidad del hombre del siglo XVI.
La introducción de vocablos dialectales en el lenguaje eufuista coincidía, por otra parte, con el gusto por el lenguaje popular que dominó en el teatro italiano a fines del siglo XVI. Y también con la revaloración de la palabra concreta, derivada a menudo del habla de los artesanos, que impulsaron durante el Renacimiento francés Ronsard y Du Bella y y se apropió igualmente el Marinismo, siempre atraído por los paralelismos y los contrastes entre lo particular y lo universal, siempre dispuesto a insertar el vocablo humilde en un ambiente de abstracta solemnidad y a complacerse en los significados imprevistos que así venía a asumir el término vulgar. Hallamos, pues, que el Eufuismo produce un reflorecimiento del antiguo fondo popular sajón en un lenguaje al que las influencias clásicas y humanísticas habían hecho frígidamente docto, como se ve en los casos de Wilson o Ascham. También percibimos en el Eufuismo una espontánea tentativa de fusión del espíritu del Medievo con el de los tiempos nuevos, fusión que iba creando una mentalidad que cada vez adquiría más conciencia de sí misma y de su historia. Así, el Eufuismo, como el Culteranismo y el Marinismo, se trocó en la primera expresión de un lenguaje moderno, fundado sobre elementos esencialmente culturales, con un espíritu que se mueve a través de acercamientos imprevistos de ideas, y con ayuda de recuerdos, de impulsos autocríticos y con tránsitos repentinos de lo cómico a lo dramático, a lo patético y a lo puramente racional.
Uco Déttore