Novela corta del escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859), publicada por vez primera en el Libro de los bocetos (v.), en 1819, y reimpresa después separadamente en innumerables ocasiones: figura entre las obras maestras menores de la literatura anglosajona.
Rip van Winkle (v.) es poco aficionado al trabajo, y su vida, junto a una mujer enérgica y caprichosa, no es feliz. La paz que reina en la pequeña ciudad fundada por colonos holandeses, a orillas del Hudson, no trasciende a su propia casa, de forma que su única salvación consiste en corretear por los montes con el fusil a cuestas a la caza de ardillas. Así fue como un día, mientras Rip contemplaba el panorama que se desplegaba ante él, oyó que le llamaban por su nombre: un personaje vestido de extraña manera trepaba fatigosamente llevando a la espalda un pesado barril. Ayuda Rip al recién llegado y con él alcanza una meseta entre las cimas, donde se halla un pequeño grupo de hombres ataviados como su misterioso acompañante, que se entretienen jugando a los bolos. En su compañía bebe cerveza del barril y cae a poco en un profundo sueño.
Cuando despierta es ya de día, y se halla en el mismo lugar en que había detenido la tarde anterior para admirar el paisaje; el fusil aparece a su lado completamente enmohecido. Al regresar al pueblo lo encuentra cambiado: en la muestra de la taberna el retrato de Jorge III de Inglaterra ha sido sustituido por el de Washington: su sueño ha durado veinte años. Acogido amorosamente en casa de su hija, ya esposa de un rico hacendado, se entera de que su mujer había muerto hace tiempo y puede vivir el resto de sus días sin hacer nada. Una oleada de fresca poesía envuelve toda la narración, que recuerda las mejores novelas de las Cartas desde mi molino (v.) de Daudet; los colonos holandeses son, para Irving, lo que los habitantes de Provenza fueron para el escritor francés. Cierto es que las tintas no son las mismas; las de Irving, delicadísimas y brillantes, son las predilectas de los pintores flamencos.
L. Krasnik
Conscientemente o no, él inventó un nuevo género de novela fantástica y legendaria, que durante muchos años había de mantener ocupados a algunos de los talentos americanos más robustos. (L. Lewisohn)