[Rispetti]. Compuestos a imitación de unas coplas predilectas de su país, los Ritornelos de Angelo Poliziano (1454-1494) desarrollan, como aquéllas, un pensamiento, una imagen, un motivo, siempre de tema amoroso, siempre dentro de la octava perfecta; algunos de ellos son «continuados», por decir así, encadenados en serie constituyendo a manera de epístola amorosa (son en número de diez las composiciones de este género); los otros, alrededor de un centenar, forman pequeños grupos.
Ni los unos ni los otros se distinguen por la originalidad del acento y todavía menos alcanzan aquella gracia tan peculiar de Poliziano, que puede admirarse en sus Canciones de danza (v.), si bien fueron compuestas con el propósito de imitar la poesía popular: diríase que haciendo suyo un gusto difundido entre los poetas artísticos de su tiempo, Poliziano, con estos Ritornelos, no había perseguido más que entregarse a un ejercicio agradable, una ocasión para versificar, como reposo de la mente y preparación para mayores empresas. Por ello no hay que buscar en estas composiciones profundidad o novedad de sentimiento: el elogio de la mujer, las lamentaciones a causa de su rigor, las recomendaciones a gozar de la juventud harto breve, son desarrollados con acentos genéricos, que aparecen como transferidos por la fácil onda melódica. También en estas obras menores se aprecia el esfuerzo del literato que realiza sus mayores pruebas en las Estancias (v.), en el Orfeo (v.) y en las mismas baladas; pero en aquéllas se limita a una búsqueda más estrecha, tal como conviene a la mayor sencillez de las expresiones y se revela en la adaptación de motivos de la poesía docta (por ejemplo, de Tibulo y Petrarca) al tono popular del discurso («El buen marinero siempre habla de vientos» y «Quien quiera ver el esfuerzo de la naturaleza»), así como en una preocupación constante por pulir, mediante un perfecto desarrollo del período sintáctico, las asperezas, a veces sabrosas, de los cantos populares, cuyos movimientos e imágenes él adopta.
Con todo, podemos notar que en la mediocridad general destacan algunos «ritornelos» aislados por el acertado movimiento del discurso o por la fragancia de algunas imágenes, por ejemplo el burlesco pregón de amor: «El amor me obliga a pregonar y mandar, / bellas y gentiles mujeres que aquí estáis, / y que cada una de vosotras tiene un corazón prisionero / lo devuelva, que yo lo cambio por éste…» [«Amor bandire e comandar mi fa, / Donne belle e gentil che siete qui, / Che qualunque di voi un cor preso ha / Lo renda o dia lo scambio in questo di…»], o la siguiente imagen de gusto popular que surge en otro: «Cuando Hipólita ríe, honesta y pura / parece que el Paraíso se abre; / los ángeles, al oír su canto, sin demora / descienden todos del cielo ‘para cantar» [«Quand’Ippolita ride onesta e pura / E’ par che si spalanchi n paradiso; / Gli angioli al canto suo senza dimoro / Scendon tutti dal cielo a coro a coro»], o también el «ritornelo» VII: «Yo me siento pasar por fin al osario / cada acento, cada nota, cada palabra… Creería cuando estuviese en el infierno / imaginándoos volar hacia el reino eterno» [«lo mi sentó passar in fin all’osa / Ogni accento ogni nota ogni parola… Crederei quando fussi nello inferno, / Sentendo voi volar nel regno eterno»], o el XXIX, resuelto igualmente con bella elegancia: «Si tú supieses qué gran placer es /satisfacer a su fiel amante…» [«Se tu sapessi quanto é grap dolcezza / Un suo fedele amante contentare…»], o las variaciones sobre motivos habituales de esta poesía que se ofrecen en otros «ritornelos»: «Yo sembré el campo y otro recogió la cosecha» [«lo seminai il campo e altri il miete»] y «Cuando veáis mis ojos cerrados» [«Quando questi occhi chiusi mi vedrai»], o, finalmente, el XV, entonado con una deliberada sentimentalidad: «Yo soy la desventurada nave / en alta mar entre las olas bravias y oscuras / miserable entre los bajos y los escollos / combatida por los vientos y el destino…» [«lo son la sventurata navicella / In alto mar tra l’onda irata e bruna, / Tra le secche e gli scogli, meschinella, / Combattuta da’ venti e da fortuna…»].
No es mucho, pero no aspiraba Poliziano a mayores alturas al componer sus Ritornelos, y no le fue dado remontarse por este medio a la expresión de una intensa y verdadera pasión como Leonardo Giustinian con sus Estrambotes (v.) y sus Cancioncillas (v.) o a la vigorosa representación realista, no exenta de fino humorismo, de la Nencia de Barberino (v.), la cual es tradicionalmente atribuida a su amigo y protector Lorenzo el Magnífico.
M. Fubini
Poliziano posee un exquisito sentimiento de la forma y una plena indiferencia por el contenido. (De Sanctis)