Tragedia en un acto y en verso escrita en tres días en 1822, publicada al año siguiente con Almanzor (v.) y el Intermezzo lírico (v. Romancero). En 1840, fue publicada de nuevo en francés por su mismo autor con el título de William et Marie en la «Revue de París». Jamás fue representada; extrajeron de ella una ópera Mascagni en 1895, otra Vavrinecz en Praga y otra Dopper, en 1909, en Weimar. Esta tragedia, llamada también balada trágica, pertenece en cierto sentido a los dramas de la fatalidad inaugurados por Z. Werner con su Veinticuatro de febrero (v.) También aquí el pasado influye en cada escena, la acción se desarrolla en una atmósfera borrascosa y terrorífica de espectros y crímenes.
María Mac Gregor, en un castillo de Escocia, la víspera de sus bodas, prepara la fiesta; pero no puede ocultar su angustia, justificada por un relato que hace Mac Gregor a Douglas, el novio: Ratcliff, un estudiante hospedado por casualidad en el castillo unos años antes, se había enamorado de María y, rechazado por ella, juró que ella no pertenecería jamás a otro hombre. La terrible venganza se había cumplido ya dos veces, precisamente en la víspera de las bodas. Pero Douglas no teme a su rival, y se le hace de noche en el fatídico lugar en que dos cruces recuerdan a sus desgraciados predecesores.
Ratcliff lo espera, se desafían, Douglas derriba a su adversario, pero ha de perdonarle la vida porque en él reconoce a un antiguo desconocido salvador suyo. En tanto, María está obsesionada por el recuerdo de Ratcliff, y se entera de que todo aquello tiene un motivo atávico: la madre de María y el padre de Ratcliff se habían amado perdidamente, sin poderse casar. Descubiertos un día, después de sus respectivos matrimonios, por Mac Gregor, éste había matado al amante y la mujer había muerto de dolor. Este precedente revive en el escenario bajo la forma de dos espectros que se tienden los brazos desesperadamente sin alcanzarse nunca, y aparecen y se desvanecen ante los ojos aterrorizados de María y de Ratcliff. La tragedia concluye precipitadamente: Ratcliff entra herido y sangrante y se arroja a los pies de María; y, mientras ella tiene para él palabras de amor, en un arrebato de locura él mata a María y a Mac Gregor y con la misma espada se traspasa el corazón. Aparecen de nuevo los espectros, por fin unidos; el ciclo de los crímenes se ha cerrado. También aquí se representa, como en Almanzor, la tragedia del titán incomprendido y desgraciado que destruye lo que el destino le impide construir.
Mientras Heine renegó de su primera tragedia, siempre manifestó predilección por ésta; y consideró esta «autoconfesión» como su mejor obra. Ya en 1823 escribe a Immermann: «Estoy convencido del valor de este poema, que es verdadero; si no lo fuese, yo también sería mentira». Ratcliff, como Almanzor, pertenece al período de la juventud de Heine, que él mismo definió como su «Sturm und Drang», y si bien tiene de ésta todos los defectos, participa de su ímpetu poético.
G. F. Ajroldi
* De esta tragedia extrajo una ópera y probablemente también su libreto el músico ruso Cezar Antonovich Cui (1835-1918); fue representada en San Petersburgo en febrero de 1869. Wilhelm Ratcliff, cuya composición duró diez años, es la obra en que aparecen más relevantes las contradicciones de Cui. Ya la elección del asunto desmiente el antirromanticismo programático de su autor, que formó parte del famoso grupo de los «Cinco». Pero su escritura, si bien traduce en el color y en el ritmo un realismo estudiado, se basa en resoluciones tradicionales, en las que se encuentra la influencia de los músicos franceses, de Schumann y de Wagner. La crítica adversaria halló, pues, fácil juego, al observar que en esta obra se buscan en vano los principios del nacionalismo y, por tanto, las líneas principales del programa teatral de los «Cinco», publicado dos años antes.
F. A. Mella
La importancia de Cezar Cui entre los «Cinco» es debida al ardor y al celo renovador, más que a la originalidad y al valor artístico de sus obras. (Combarieu)
* También Pietro Mascagni (1863-1945) se sintió atraído por este libreto, que en la traducción de Andrea Maffei fue revestido de una música de la que destacan algunas buenas páginas, la del «sueño» sobre todas. Esta ópera en tres actos fue representada en el Teatro de la Scala en 1895.