Novela publicada en París en el año 1897. Pierre Loti ya se había hecho célebre con Aziyade, La novela de un spahi y Madame Crisantemo (v.) cuando fue nombrado comandante de un pequeño navío de vigilancia en la frontera de Hendaya y conoció el país vasco.
Conquistado por sus encantos, el novelista lo eligió como escenario para un nuevo relato, donde la exaltación del tradicionalismo y el tipismo regional reemplazase al exotismo que tan caro le era. Dos jóvenes de la región se aman pura y tiernamente: Gatchutcha y Ramuntcho, un pastor medio pescador y medio contrabandista, a la manera de los hombres de su país. Ambos han prometido casarse después del servicio militar de Ramuntcho. Pero cuando el mozo regresa no encuentra a su prometida Gatchutcha, que, impulsada por el odio que su madre siente por Ramuntcho, ha ingresado en un convento, donde ya ha pronunciado sus votos.
Desesperado, Ramuntcho proyecta entonces raptarla y, ayudado por el propio hermano de la muchacha, penetra en el monasterio. Pero una vez dentro, el candor de las religiosas y la tranquila y fraternal indiferencia de Gatchutcha le desarman y se retira, para partir después hacia América. Esta novela gozó de un gran éxito, que el cine y la canción redondearon haciéndola popular. ¿La escribió Loti buscando la complacencia del público? Sin duda, el novelista se enamoró profundamente del país vasco, como lo demuestra que en él pasara siempre desde entonces sus vacaciones. Ahora bien, también es indudable que las montañas, los bosques y los paisajes son evocados, desde luego, con mucho pintoresquismo, pero impregnados de tristeza, envueltos en melancolías, sentimientos éstos poco característicos del país vasco. Podría decirse que el joven Ramuntcho es el propio Pierre Loti, que, despojado de su hábito académico y de su brillante barniz de hombre de mundo, se cala la boina, se mete a contrabandista y juega reñidos partidos de pelota, pero sin cambiar su alma.