[Les Consolations]. Poesía de Charles-Agustín de Sainte- Beuve (1804-1869), publicadas en 1830. Las Consolaciones, única temporada feliz de su vida — como el propio Sainte-Beuve recordó en Mis venenos (v.)—nacieron bajo el signo de su amistad con Hugo, que, en los comienzos, fue una especie de compensación y alivio de la larga y fría soledad de que estaba nutrida su Vida, poesías y pensamientos de Joseph Delorme (v.). Entonces, como tras un largo invierno sumido en la enfermedad, volvió al amor de la vida, renacieron las esperanzas de la adolescencia y las llamadas de la fe. En realidad, esta conversión de Sainte-Beuve al catolicismo (o a un cristianismo que en ciertos momentos se parece abiertamente al catolicismo) debía pasar a través de muchas otras fases de tormento y de experiencia: sansimonismo, lamennaísmo, toda la historia de Amaury, en suma, para terminar después en la historia de Port Roy al (v.). Esta de las Consolaciones, es la religión a que llegó por «el sendero del arte y de la poesía»; aún estaría mejor dicho, de la amistad y del amor: la carta prefacio, dedicada a Víctor Hugo, lo explica suficientemente.
La curación del poeta fue demasiado inmediata, y su religión poco pensada y combatida para ser una posición profunda; pero su estado anímico, que el título expresa bien, es el estado del alma consolada. En sentido ideal, estas poesías nacieron todas a la sombra de Adela, que le recibía. solícitamente todas las tardes, y mientras pensaba en su felicidad de esposa y de madre, sentía nacer de lo más profundo un suspiro de insatisfacción terrena, la necesidad de Dios («A Madame V. H.»). Bajo la fascinación de esta figura que todavía venera de lejos, le parece al poeta que necesita llevar a los pies de Dios esta misma amistad, que necesita amar simple e inocentemente («A Ernest Fouinet»), rechazando la fiebre de experiencia de los soñadores inquietos. Pero la religión no sale tan fácilmente del corazón, y sobre todo de un corazón enfermo de voluptuosidad; no faltan en las Consolaciones, las preguntas religiosas sin respuesta («A M. Viguier»), ni el ansia de la gracia; y los epígrafes religiosos de cada poesía (textos en general de San Agustín o de la Imitación) dicen claramente que Sainte-Beuve trataba de ayudar su tierna tendencia a creer, con lecturas que le dieran la noción del ascetismo. Aquí y allá, serpentea el sentido doloroso del pecado, que es el aspecto más serio de la religiosidad saintebeuviana, y la verdadera materia religiosa de Voluptuosidad (v.); mientras que vuelven algunos temas y maneras de Delorme, algún toque de poesía realista y de tonos familiares («A Mademoiselle…»).
Un tono llano y suave de conversación, la fe en el amor divino que debe transfigurar los vínculos humanos, y el consabido petrarquismo y amor por el Dante de la Vida nueva (v.) hacen de las Consolaciones el momento del «dolce stil nuovo» de Sainte-Beuve, que fue el estilo de un dulce compromiso entre el amor y la religión, sin grandes posibilidades de desenvolvimiento ni duración, en el ambiente de seis meses de felicidad. En efecto, pronto decae el poeta en el Libro del amor [Le livre d’amour] y termina en los Pensamientos de agosto [Pensées d’aoüt], publicados en 1837. En ellos, junto a alguna contenida efusión, no exenta de modesto lirismo, prevalece la búsqueda de una poesía muy humilde, prosaica, la novela en verso, moralizadora, difusa y pedrestre. El autor parece desdeñar el ornamento poético del lamartiniano Jocelyn, y lo hace recordar con nostalgia. Por lo demás, él sabe muy bien que en adelante será «un poéte mort jeune, á qui l’homme survit».
U. Segre