Drama en dos jornadas y siete cuadros, en verso, del escritor español Eduardo Marquina (1879- 1946), estrenado en el Teatro Municipal de Santiago de Chile en 1937.
Simón de Foces desciende al burgo en, requisa de mujeres. Esta vez quiere llevarse a Catalina, joven de origen desconocido, a quien ha dado cobijo Bárbara considerándola como a hija suya. Catalina es amada por los dos hijos de Bárbara: el humilde Blas y el envidioso Martín. Este último, al no ser correspondido, movido por el resentimiento, trae a casa a la juglaresca Gadea, semilla de discordias. Simón de Foces sorprende a los hermanos en una riña, se lleva consigo a todos menos a Blas, dando la siguiente orden: «¡Atadme a Blas / y arda con él la cabaña!» En el castillo que ahora ocupa Simón de Foces se halla preso «Tello Girón, su antiguo y legítimo dueño y padre de Catalina. Simón de Foces expone a su prisionero su nuevo plan: quiere casarse con Catalina para legitimar su usurpación. Tello Girón no consiente a ello. Entretanto, los Reyes Católicos envían la Santa Hermandad para castigar los desmanes de la nobleza.
Los cuadrilleros de la Santa Hermandad han conseguido salvar de las llamas a Blas, y mandados por éste salen para el castillo de Simón de Foces, a las voces de «¡Nada para mí! ¡Nada para vos! / ¡Todo para España y ella para Dios!» (Jornada 1). Simón de Foces aún no ha podido rendir a Catalina a sus deseos. Gadea advierte a Simón que Martín ama a Catalina y que le amenaza, pues sabe sus intentos. Catalina está preocupada por la suerte de su padre; Simón de Foces le ofrece la libertad de Tello a cambio de su amor, y ante su negativa, está a punto de abusar de ella por la fuerza cuando entra Martín y mata a Simón, proclamándose señor de Foces. En estos momentos entra Blas con sus tropas, que libertan a Tello Girón. Éste quiere castigar a Martín, pero interviene Catalina intercediendo por él y consiguiendo su perdón. Catalina resulta ser hermana de Blas y de Martín. Y declara su amor por Blas, pero ambos se separan en aras del deber. En esta obra de ambiente histórico, Marquina ha recogido uno de los muchos episodios a que daría lugar el tenaz propósito de los Reyes Católicos de acabar con el tiránico poder de los nobles y señores feudales, valiéndose para ello de la institución que da título a la obra. Literariamente ésta adolece de un excesivo afán de exaltación de los valores patrios.
Este empeño de Marquina se traduce en una serie de interminables parlamentos y largas tiradas declamatorias, que dan a la obra un enfadoso carácter retórico y le restan agilidad escénica y encanto poético.