[Uncle Tom’s Cabin]. Obra de la autora americana Harriet Elizabeth Beecher Stowe (1811-1896), publicada en 1851. En Kentucky, antes de la abolición de la esclavitud, un rico y humano propietario se ve obligado, debido a las dificultades financieras, a vender a un mercader el mejor y más fiel de sus esclavos, el Tío Tom (v.), y un chiquillo, Henry. La madre del chiquillo, la mestiza Eliza, huye llevándose a la criatura; perseguida, consigue, bajo las miradas aterrorizadas de sus perseguidores, atravesar milagrosamente el Ohio helado; encuentra luego ayuda y protección junto a una colonia de cuáqueros donde muy pronto se le reúne su marido, George, que también ha huido de su cruel amo; y juntos se trasladan al Canadá, donde se inicia para ellos una nueva vida. Bastante más triste es el destino del Tío Tom: consciente de lo que le espera no huye, y sigue al mercader, abandonando su familia con el corazón destrozado. El encuentro con la pequeña y suave Evangeline Saint-Clare (v.), que induce a su padre a comprarlo, abre en su vida un paréntesis de melancólica serenidad y de ferviente vida religiosa. Pero Evangeline muere; y poco más tarde muere también su padre, herido por azar en una pelea. Los esclavos son vendidos y el pobre Tom cae en manos del brutal Simón Legree que le lleva a sus plantaciones de algodón con la intención de hacer de él un cómitre. Tom se niega a maltratar a los demás esclavos y, sostenido por su fe, se atreve a hacer frente a su patrón quien, enfurecido, le hace azotar hasta la muerte.
Y cuando el hijo de su antiguo amo llega, después de haberle buscado ansiosamente, para rescatarle y llevarle junto a los suyos en Kentucky, sólo puede recoger sus últimas palabras de amor y de perdón. Pero la lección no se ha perdido, y el joven, apenas vuelto a su casa, libera inmediatamente a todos sus esclavos. La cabaña del Tío Tom es uno de los libros más célebres y más leídos, no sólo en América, sino en todo el mundo. La autora lo escribió cuando una ley de 1850, que consideraba un deber la denuncia de los esclavos fugitivos, hizo nacer en ella el deseo de representar la esclavitud bajo forma dramática, aunque fuera «un pálido reflejo, una débil pintura de las angustias y de la desesperación de millares de corazones, de millares de familias destrozadas». Es un libro de mediocre valor artístico, que oscila a menudo entre el documental crudo y el fragmento retórico; y sin embargo arrastra al lector por estar imbuido de un profundo sentimiento de indignación moral que constituye su principal valor. Por algo Abraham Lincoln definió a su autora como «la mujercita que ganó la guerra». [Trad. española de A. A. Orihuela (Barcelona, 1853)].
A. Prospero Marchesini