[Entrée en Espagne]. Una de las composiciones más conocidas franco-venecianas de tipo caballeresco carolingio: de incierta atribución, pertenece a finales del siglo XIII.
Fue compuesta (conforme el testimonio del mismo autor) por un paduano: quizá cierto Minocchio (Minoclus), a juzgar por indicaciones contenidas en el catálogo al que perteneció un famoso código que transmitió dicha narración. Al cabo de varios años de paz, incitado durante el sueño por la aparición de Santiago (protector de los españoles), Carlomagno, rey de Francia piensa en que su deber es hacer la guerra contra los infieles. Distintos son los pareceres de sus cortesanos: pero al fin acaba triunfando el de llevar a cabo la empresa después de tomar consejo de los valientes Namo, conde de Baviera y Rolando, marqués de Bretaña — el célebre Orlando (v.) de los poemas italianos —.
La primera parte se refiere, por lo tanto, a la lucha iniciada en nombre de la fe contra Marsilio, rey de España y caudillo de los moros, para que aquella tierra vuelva nuevamente a estar bajo el signo de Cristo. La segunda parte es algo distinta en tono y argumento: iniciada la guerra y puesto Rolando al mando de la retaguardia de las tropas, el paladín se cree ofendido y lo abandona todo en busca de gloria. Pero vuelve pronto; Carlomagno, rey y tío suyo, arrebatado por la ira, le cruza la cara con un guante y Rolando se aleja entristecido y apenado, pero sin olvidar con todo, los beneficios recibidos anteriormente. Después de unas cuantas aventuras, volvemos a encontrar al paladín en Persia, donde libera a Dionés, hija del rey, de un pretendiente, Malquidant, viejo monarca que ha enviado a la corte a su nieto Pelias, altanero y soberbio; Rolando le mata, y la princesa se enamora de él, siendo correspondida.
Pero Rolando ha jurado fidelidad a la hermosa Alda, quien lo espera en su tierra de Francia. Salvado el reino persa, introduce en el mismo costumbres caballerescas y educa en la rectitud y el valor a Samson, hermano de Dionés. Es más, lo lleva consigo a su patria, después de muchas aventuras y de un viaje a Tierra Santa. La obra resulta algo incorrecta y pedestre en la narración: el clima es de fábula, pero no de epopeya. Los últimos 131 versos fueron escritos por Niccolo da Verona (siglo XIV), el más vigoroso representante de la tradición caballeresca franco-véneta y autor de la Toma de Pamplona (v.): su cometido consistió únicamente en continuar la narración y concluirla de manera orgánica en la medida que eso era posible.
C. Cordié