Drama en cuatro actos del escritor español, que tiene como marco los episodios políticos del reinado de don Juan II de Castilla y las luchas contra el Condestable don Alvaro de Luna. En él, el autor pretende ofrecernos una dramatización del temperamento y de la vida de doña María López de Guzmán y Estúñiga, que por su energía e inflexibilidad es llamada «la Brava». No sin cierta habilidad ha sabido el autor conjugar en la escena la gran pasión de venganza que siente doña María por la muerte de su hijo, don Alonso, con las vicisitudes y luchas de los nobles cortesanos contra el favorito de Luna.
La acción empieza en los sótanos del alcázar de Medina, donde se hacen los preparativos para una cabalgada de los reyes. Allí llegan el príncipe don Enrique y Vivero, que acaban de matar a don Alfonso, hijo de doña María, con el fin de arrancarle el medallón que tiene el retrato de su madre, de quien está enamorado el príncipe. Los nobles —entre los que aparecen Juan de Mena y el marqués de Santillana —, discuten, burlan y conspiran contra don Alvaro de Luna. Así planteado el drama, se va desarrollando con lentitud y monotonía, y para llegar a unas escenas de verdadero valor dramático, debemos esperar hasta el último acto, en que don Alvaro de Luna, caído en desgracia, carga sobre sí, por amor a doña María, con la culpa de la muerte de su hijo. Ella que sabe la verdad, llega tarde a salvarlo y le confiesa su amor.
La obra es una visión romántica y superficial de la historia de Castilla, tan frecuente en Marquina; una exaltación gratuita de lo que él cree que es lo determinativo de la raza y de la tradición castellana, fiel a la dedicatoria de la obra: «A la vieja idea de justicia, exaltación, pasión y blasón de nuestros nobles y de nuestros plebeyos que ha engendrado, engrandecido, fijado y perpetuado la raza castellana, dedico estos cantos». Pero si éste es un defecto constante en la obra de Marquina, en otras ocasiones la calidad literaria (como en Las Hijas del Cid) o la intensidad dramática superan la poca fidelidad histórica. Pero esta obra por lo que respecta al ambiente, al valor literario y dramático, tiene muy poco de aprovechable. La visión de Santillana, de Mena y de Montoro es grotesca y totalmente infieles las circunstancias históricas.