[Capricci] Colección de veinticuatro composiciones musicales para violín, aunque con carácter de estudios de conciertos, que Niccoló Paganini (1782-1840) publicó en Milán en 1820 como op. 1. En conjunto constituyen la obra más importante del autor, no sólo por su interés técnico, sino también por su valor artístico. Son composiciones generalmente breves y de forma variada; unas veces sencilla y lineal como de un estudio corriente, otras bipartita o tripartita, o como variaciones. Desde el punto de vista técnico representan un hito en la historia de la literatura para violín, por la riqueza de experiencias y geniales innovaciones virtuosistas comunes a otras obras de Paganini, pero que aquí están desarrolladas de manera más sistemática y al mismo tiempo más artística: como «armónicos dobles», unión de los «pizzicati», de la mano izquierda con el «arqueado», trémolos mezclados de melodía, varios tipos de «picchettato», fragmentos en la cuarta cuerda, etc. En este sentido, la importancia de los Caprichos puede compararse con la de los Estudios (v.) de Liszt, aunque difieren profundamente de ellos, pues carecen de los elementos pintorescos y de las tendencias formales innovadoras del músico húngaro: el horizonte artístico de Paganini es más limitado; pero, en compensación, en esta obra alcanza mayor equilibrio y homogeneidad. Además, debemos observar que los Caprichos representan después de las Sonatas y Partitas (v.) de Bach para violín solo (sin que con ésto queramos establecer comparación alguna) el único ejemplo importante en que el violín es tratado como instrumento autónomo, es decir, sin ningún acompañamiento, y hasta con cierta polifonía.
Estos Caprichos, además de llamar la atención de Liszt, que transcribió cinco de ellos para piano, produjeron fuerte impresión en Schumann, el cual también transcribió doce de ellos para piano, comentándolos con palabras muy lisonjeras. Naturalmente las transcripciones de ambos músicos difieren mucho en cuanto a carácter y técnica pianística. El carácter expresivo de los Caprichos es muy variado: no muchos de ellos ofrecen una verdadera genialidad de inspiración musical, pero todos son originales y de noble factura. Predominan en ellos el tono vivaz y la marcha rítmica, desenvuelta e incisiva; uno de los ejemplos más característicos de esto nos lo ofrece el «Capricho n. 1 en mi mayor», con arpegios saltados, y armonías ricas y llenas de luz, mientras que el «capricho n. 2, en si menor» ofrece un matiz más apagado pero siempre de fondo claro y dulce. Otros tienen carácter más melódico, como el n. 11 en do mayor, el n. 21 en re mayor, y el 22 en la mayor, a los cuales, sin embargo, no les falta, junto al episodio cantable, el brillante. Más meditativos y concentrados son el «capricho n. 4 en do menor» (erizado de notas dobles en «terceras», «sextas», «décimas», etc.) y el n. 6 en sol menor basado todo él en la unión de melodías y trémolo, de gran dificultad técnica: quizá sea el mejor trozo de la colección, lleno de un patetismo meditativo, insólito en Paganini. Otro capricho bastante conocido, aunque no muy expresivo, es el n. 9 en mi mayor, corrientemente llamado «La caza». También se ejecutan a menudo los números 13. 17 y 24; el último es un tema con variaciones, interesante en su aspecto técnico aunque musicalmente sea árido; Liszt lo transcribió, y Brahms lo tomó como tema para unas variaciones libres para piano que se han hecho famosas. En general todos los Caprichos de Paganini, incluso los que menos se tocan, resultan ricos en singulares elementos que denotan una imaginación fecunda y a veces garbosamente singular.
F. Fano